Tuesday, August 30, 2011

Ambrose Chapel

No he estado nunca en el lugar que para mí mejor representa -significa, simboliza, encarna, materializa- la ciudad de Londres. Ese lugar no está propiamente en Londres, sino en una película de cine. Apenas ocupa unos segundos, unos fotogramas.


Sale en El hombre que sabía demasiado, de Hitchcock. La segunda versión, la "americana", con Doris Day y James Stewart. Como me pasa con todas las películas de Hitchcock, me ha marcado profundamente el haberlas visto por primera vez de pequeño. Las imágenes se quedan ahí, incrustadas en un lugar extraño del subconsciente, entre el miedo y el sueño y el sexo y la violencia y la esperanza y la angustia. Este verano pensé en visitar esa calle mágica, con sus farolas y ladrillos que representan para mí el más puro Londres. Ese punto de fuga ocre -los tejados, las ventanas, las nubes- que son como un espejo raro que llevamos dentro. Buceé por internet y descubrí que se trata de Vicary Street, en Brixton. La Ambrose Chapel de la película (los exteriores) es en realidad St. Saviour's Church. Al final decidí no buscarla, por varias razones: quedaba un poco lejos, me sentiría muy friqui paseando por allí y sería como destrozar de un plumazo las ensoñaciones de la infancia. Mejor que siga así, intacta.

Monday, August 29, 2011

Retomar el tono

Se acabó el verano y, aunque hay cosas que contar, no hay ganas de contar nada. Cuestión de ánimo, supongo. Un mes, o más, trampeando con las palabras, evitándolas, refugiándome en las imágenes. En realidad me gustaría trocear las ciudades, recorrerlas calle a calle, repasarlas edificio a edificio, como un mapa plegable de recuerdos, pero no hay humor para aburrir. Incluso hay miedo de aburrirse a uno mismo, que quizás es peor. La escritura es un tono. Contar que no hay ganas de contar quizás sea la única forma de retomar el tono, aunque en el trance es inevitable aburrir, aburrirse. Esta parte, escalera necesaria, hay que saltársela, hacer como si no existiese, hacerla para olvidarla, subirla pero no leerla. De Beckett para abajo, más allá del grado cero. Bajo cero.
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Refugiarse en los libros es, quizás, la mejor solución. Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía, de Rüdiger Safranski. “Una filosofía entre cuyas páginas no se escuche las lágrimas, el aullido y el rechinar de dientes, así como el espantoso estruendo del crimen universal de todos contra todos, no es una filosofía”. Son los años salvajes de la filosofía: Kant, Fichte, Schelling, el Romanticismo, Hegel, Feuerbach, el joven Marx… Según se dice, nunca hasta entonces se había depositado tanta pasión en el pensamiento filosófico. La causa principal fue el descubrimiento del YO.
Schopenhauer pensó las tres grandes humillaciones de la megalomanía humana:
-La humillación cosmológica: nuestro mundo no es más que una de las innumerables esferas que pueblan el espacio infinito.
-La humillación biológica: la inteligencia sirve únicamente para compensar la falta de instintos y la inadecuada adaptación al medio.
-La humillación psicológica: nuestro yo consciente no manda en su propia casa.
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Ni siquiera esta vez he contado la cena gallega del Círculo Solana. La crónica repetida de todos los años, como un eterno retorno de lo bueno, mientras el cuerpo aguante. Mejor no estropear la postal nocturna con palabras: a nuestros pies, la playa de Areas; las luces al fondo, tras la oscuridad del mar, como estrellas que se han caído; en la mesa, vino, palabras, navajas (de mar). Sólo hay que pulsar el botón de debajo de la mesa y empiezan los fuegos artificiales por el horizonte.

Tuesday, August 16, 2011

Londres 1903



Filmado por Thomas Edison.
It's like time traveling: you get up close and personal with ordinary people going about their daily business, like taking a taxi at one of the entrances to Hyde Park and catching boats at the Embankment on the Thames - perhaps to work. There's the general bustle of the traffic, with individuals occasionally moving into the middle or into the foreground to make a more human connection. There are familiar landmarks, such as the Law Courts, Sir Christopher Wren's St Mary-Le-Strand and Westminster Abbey and Big Ben. Familiar brand names flash up every so often, like old friends - just to bring this world a little closer to our own - such as Nestles and Lipton's Tea. And there's the (perhaps unexpected) chaos of the traffic in often dust-clogged streets.

Sunday, August 14, 2011

La piscina

Es bonito el azul de la piscina. Tiene algo poderoso, contundente.
Los pájaros atravesando el cielo, la respiración entrecortada, el ocre del ocaso en la fachada que se aleja mientras te alejas nadando a espalda, lentamente.
El silencio de Dios bajo el agua, cuando no hay más que una figura cúbica desierta y todos están fuera, remotos, invisibles, con sus afanes, y uno escucha la nada de su cuerpo sin peso, como un cadáver flotante y mudo.
La nada sorda, el silencio azul de una piscina... mística.
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Era uno de esos domingos de mediados del verano, cuando todos se sientan y comentan “Anoche bebí demasiado”. Así empieza el famoso relato "El nadador" de John Cheever. Podría ser hoy, podría ser cierto. Cuando a Neddy Merrill, sentado al borde del agua verdosa (una mano sumergida, la otra sosteniendo un vaso de ginebra), se le ocurrió que dirigiéndose hacia el suroeste podía llegar a su casa por el agua. Le parecía ver, con el ojo de un cartógrafo, esa hilera de piscinas, esa corriente casi subterránea que recorría el condado.

Wednesday, August 03, 2011

El nº 15 de Usher Island


Hay que dejar reposar el viaje, antes de adentrarse de nuevo en él.