Friday, December 31, 2010

Nochevieja o el eterno retorno de lo mismo

Uvas, campanadas, fuegos artificiales, confetti, champán...
Fantasmas de un pasado idéntico (no menos idéntico que el futuro), aprendices de cadáveres simulando una borrachera de alegría, celebrando -supongo- que aún estamos aquí, que no nos hemos ido, que no han dicho nuestro nombre en la sala de espera.
Sólo eso. Lo mires como lo mires, es absurdo... extraño... irreal.

Friday, December 24, 2010

Cuaderno de Talamanca

"8 de agosto. Me he levantado hacia las 4 de la madrugada y he ido a pasear por la orilla del mar. Me he sentado sobre una roca a esperar que se hiciera de día. Cuando empezó a clarear, la luz no venía de arriba, sino de las rocas de los alrededores, como si estuviera oculta tras ellas y esperara la mañana para salir. Esta transfiguración de la materia, tan bella, tan irreal, hizo que olvidara las amargas reflexiones con las que suelen iniciarse todos mis insomnios.
En los paisajes que amamos, nuestras debilidades toman otro cariz.
Aquí, el insomnio no es un mal, sino únicamente una cierta imposibilidad.
***
10 de agosto. Griposo. Me he pasado todo el día en la cama. Han vuelto las viejas obsesiones, el sentimiento de que para mí nada es posible. Vaya donde vaya, mis males me acompañan. Ése es el regalo capital de mi existencia. Se diría incluso que mis males me preceden, que despejan el terreno a fin de que pueda ser desdichado sin dificultad, sin obstáculos. Si se me transportara al Paraíso, el fenómeno se repetiría ineluctablemente.
Durante toda la tarde he estado pensando en Keats en Roma. Por mucho que cambie de paisaje, no puedo cambiar de destino. Y, mala señal para mí, todavía no he conseguido resignarme al mío a pesar de todos mis esfuerzos en ese sentido, y de todas mis teorías al respecto. Me desasosiega y me exaspera, me arranca continuas lamentaciones, como si fuera posible tener otro o modificar sus circunstancias. Sufrir tranquilamente es un secreto que aspiro en vano a poseer y sin el cual los temperamentos como el mío están condenados al infierno."
(E. M. Cioran, Ibiza, 1966)

Sunday, December 19, 2010

Mis diez de 2010

Al ver las listas de Mabalot, Ordaz y Mal-herido me he dicho: voy a intentar hacer también mi lista de diez libros de 2010. De aquellos que haya leído este año por primera vez, no importa cuándo fuesen publicados. Pero no ha sido tan fácil. En primer lugar, porque la mayor parte de los libros que leo son de la biblioteca, y ya no me acuerdo de cuáles son ni cuándo los leí. He tenido que buscar en mis propios posts el rastro de alguno, pero la mayoría no los comento aquí, así que muchos se han perdido para siempre (quizás debería llevar una lista para el año que viene).
Tras curiosear en estanterías, mesillas y posts, ésta es la lista que me ha salido:
1. Atlas Mnemosyne, de Aby Warburg.
2. París, de Julien Green.
3. Acontecimientos y relatos, de Thomas Bernhard.
4. Esto no es música. Introducción al malestar de la cultura de masas, de J. L. Pardo.
5. Venice. Pure city, de Peter Ackroyd.
6. Los conceptos fundamentales de la metafisica: mundo, finitud, soledad, de Heidegger.
7. Temperamentos filosóficos. De Platón a Foucault, de Peter Sloterdijk
8. Viaje en autobús, de Josep Pla.
9. Hiroshima, de John Hersey.
10. Memorias de la casa muerta, de Dostoievski.
Pensando las razones de esta elección, creo que, aparte de que me gusten por sí mismos, en algunos casos es porque los asocio a ciertos lugares, momentos y sensaciones. En cierto modo forman parte de la autobiografía de uno.
[Algunas relecturas: Juventud, de Coetzee, Obras reunidas, de Alejandro Rossi, Diarios, de Iñaki Uriarte, Surely You're Joking, Mr Feynman!, de Richard P. Feynman]

Wednesday, December 08, 2010

Brangulí (1879-1945)

No sé qué tiene la fotografía antigua que me deja anestesiado -boquiabierto, babeante y meditativo, que si el paso del tiempo etcétera-, como si fuese un alma sin cuerpo. A veces me pregunto cómo se le ocurriría a Walter Benjamin decir esa tontería -tan repetida desde entonces- de que la fotografía acababa con el aura de la obra de arte, cuando es evidente que sucede todo lo contrario: es la fotografía (sobre todo la antigua, la pionera) la que llena de aura cualquier imagen de la vida corriente que atrape dentro de su encuadre. Pura magia. Misterio extraño. Valor de culto.
En la Fundación Telefónica vimos hace unos días la exposición de Josep Brangulí, fotorreportero industrial y documentalista, memoria viva -en blanco y negro- de la primera mitad del siglo XX español. Brangulí capturó durante varias décadas la sociedad de su tiempo, concretamente la de Barcelona, en todos sus elementos imaginables: desde innumerables oficios, talleres e industrias hasta los distintos acontecimientos o conflictos sociales, pasando por los edificios, las calles, las fiestas, las veladas de boxeo, las señoritas en las playas, los políticos, la gente anónima... Una maravilla.
Entre foto y foto nos asomábamos a los ventanales y contemplábamos la Gran Vía de noche, iluminada, llena de coches y de gente, y era una sensación bonita y rara a la vez: como estar todos en otro tiempo, antiguo y más brillante, pero también como estar todos un poco muertos.
Me impactó muchísimo la imagen de las momias de las monjas salesas a la puerta de una iglesia, unas de pie, otras tumbadas, con sus ataúdes abiertos, durante la Semana Trágica. También la del cuerpo de un suicida en el suelo con un reguero de sangre y tres policías posando. Pero no sólo me llamaron la atención las instantáneas gore. Pongo otros ejemplos:

Sunday, November 28, 2010

Thursday, November 18, 2010

Saturday, November 13, 2010

El alma de España

Berlanga y Buñuel son el alma de España.










(Alex de la Iglesia lo ha clavado).

Monday, November 01, 2010

Nuevas colecciones de bolsillo

Random House Mondadori dio el pistoletazo de salida con su maravillosa colección DeBolsillo de canto morado y ha obligado a otras editoriales a ponerse a la altura de los tiempos mejorando diseños, materiales y producción. Sólo por eso hay que estarles eternamente agradecidos. Alianza Editorial, que para mí tiene el mejor catálogo de la historia editorial española, renueva su colección de bolsillo con nuevos diseños a cargo de Manuel Estrada, que supera con nota la difícil prueba de continuar la labor del mítico Daniel Gil. Además, el resultado mejora infinitamente la anterior colección en cuanto al diseño de interiores y a la composición material del libro: encuadernación, pegado, etc. Antes siempre se resquebrajaban, se carcomían, se despegaban, se nos rompían en pedazos al doblarlos... Y Planeta, por su parte, ha resucitado la colección Austral, con muchos títulos de Destino en su haber, mejor publicados. España ha entrado, por fin, en la era de la edición de bolsillo de calidad.
Pongo un ejemplo de cada: Juventud, de Coetzee (DeBolsillo). Cuentos, de Poe (Alianza Editorial). El testimonio de Yarfoz, de Sánchez Ferlosio (Austral).
Lo único que sobra es, claramente, la frase promocional de Rosa Montero para vender a Ferlosio. (¡¡¿?!!) Siempre tiene que haber algún listillo metiendo la pata...

Sunday, October 31, 2010

Una hora más de sueño

Es temprano. Hace frío. Ha llovido con violencia toda la noche. Ahora sólo gotea: de los árboles, de las cornisas, de los toldos, de las mamparas de autobús.
Cambio de hora el reloj, cierro todos los botones del abrigo, cojo el paraguas, tengo sueño. Salgo a comprar chocolate&churros, churros&chocolate. En el suelo, mojado, están pegadas las hojas de los árboles, en su mayoría amarillas u ocres; también hay algún desperdicio, bolsitas de plástico, paquetes de tabaco, envoltorios. La acera parece uno de esos patchworks absurdos de los museos de arte contemporáneo.
Fuera no hay casi nadie. Pocos coches. En la chocolatería/churrería se refugian unos cuantos seres que disfrutan. Están calientes, se han quitado los abrigos, miran por la ventana, leen el periódico, charlan, mojan los churros en el chocolate, muerden los churros y beben el chocolate. Huele a calor dulzón, a felicidad modesta, a placidez. Los paraguas aguardan tumbados en el suelo, debajo de las mesas. Sale humo de las tazas.
El camarero no entiende el número de churros que le digo. Aún estoy dormido, y eso que hoy hemos dormido una hora más, según se dice. Será por eso. Me veo en el espejo con los pelos de loco y las marcas de la almohada. Vuelvo a casa con mi bolsa colgando de la mano; dentro va un pequeño cántaro de plástico con chocolate ardiente y una decena de churros recién hechos envueltos en papel. Hace menos frío, llevo el abrigo abotonado hasta arriba, tengo sueño, los pies pisando las hojas. Pienso que el chocolate con churros es el ratito de infancia que se conceden los que ya la han perdido sin remedio.

Sunday, October 24, 2010

Vidas minúsculas

"Vio una ciudad; vio los tobillos de las esposas de los oficiales cuando suben en auto; oyó a los jóvenes que rozaban con el bigote la oreja de hermosas criaturas hechas de risas y de seda: era la lengua que conocía por Elise, pero parecía otra, de tan bien que sus indígenas conocían sus vericuetos, sus ecos, sus astucias. Supo que era un campesino. Nada nos hará saber cómo sufrió, en qué circunstancias fue ridículo, el nombre del café donde se emborrachó. [...]
Hubo algunos acontecimientos. Un cabriolé de dos caballos que olía a ciudad, a despacho de abogado o a escribanía, se detuvo una tarde en el umbral: apenas dio tiempo para ver bajar de él, de espaldas, silueta extraña y breve como de novela rusa sobre los campos enlodados, a un hombre joven, vestido todo de negro y con sombrero de copa, que se metió en la entrada oscura. Toussaint se quitó la gorra, se llevó la mano al bigote; Juliette sirvió al visitante un vaso de vino; bebió o no bebió; miró el hogar, se sentó y les habló: nadie sabe de qué. [...]
Desde la ventana de mi cuarto, lo vi salir poco después, plantarse ante el frío, abrocharse la chaqueta, tirar su colilla: también esos gestos los conocía bien. Se subió en velomotor y se alejó entre las detonaciones del motor por el campo ácido en el que estaba ausente Marianne, y todo perdón, y el verano lejano. Me acordé de otro hombre. [...]
Hay que terminar. Estamos en invierno; es mediodía; el cielo se acaba de cubrir uniformemente de nubes bajas y negras; muy cerca, un perro deja oír a intervalos regulares ese grito lento, muy solapado y como de concha marina, que hace decir que ladra a la muerte; puede ser que nieve. Pienso en los alegres ladridos de esos mismos perros, las noches de verano, cuando regresaban los rebaños entre manchas de claridad; era niño, la luz también lo era. Quizás me agoto en vano: no sabré qué es lo que se fue y se volvió hueco en mí. Imaginemos una vez más que las cosas ocurrieron como voy a decir".
(Pierre Michon, Vidas minúsculas)

Saturday, October 09, 2010

Sunday, September 26, 2010

Coetzee y la tacañería de espíritu: adiós a Astrid

Ya sabéis lo que decía Holden Caulfield: “Los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras". Pues a mí con Coetzee me pasa todo lo contrario: me gustan sus libros (algunos, no todos) pero el tío me cae fatal. Y me resulta antipático por lo que transparentan sus libros (esos mismos libros que tanto me gustan), no por lo que haya hecho en su vida, que lo ignoro. Sería imposible tenerlo de amigo, ni siquiera de conocido. Odiaría tener que llamarlo por teléfono aunque sólo fuera para felicitarle las Pascuas.
Releo Juventud, que es de mis preferidos. Lo disfruto más aún que la primera vez. Qué bien escribe, qué dominio de la expresión, de la atmósfera, del pensamiento, del drama. Siempre exacto, sobrio, agudo. Pero me sigue pareciendo un sieso, un rácano, un antipático. Un tío rancio desde los veinte años. Un tacaño de espíritu, como él mismo confiesa:
"¿Qué le pasa? ¿Por qué las cosas más normales le resultan complicadísimas? Si la respuesta es que se trata de una cuestión de carácter, ¿qué tiene de bueno ser como es? ¿Por qué no cambiar?
Pero ¿es cuestión de carácter? Lo duda. No tiene esa impresión, tiene la impresión de que es una enfermedad, una enfermedad viral: tacañería, pobreza de espíritu, de esencia similar a su frialdad con las mujeres. ¿Puede obtenerse arte de una enfermedad así? Si no, ¿qué se deduce sobre el arte?"
A lo mejor es eso: se sirve de la tacañería de espíritu y de la frialdad para observar más escrupulosamente (¿asépticamente?, ¿objetivamente?) la realidad que le rodea; se entrega a su arte renegando de la vida, como un asceta. No sé. En principio no tiene nada que ver, pero cuando se trata de una literatura moral, como en este caso, una literatura de conocimiento, de reflexión, en cierto modo de "valores", parece que deberían ir juntas las dos cosas. Pues nada. Cuánto admiramos su escritura pero qué mal nos cae. O viceversa: qué mal nos cae pero cuánto admiramos su escritura.
La escena de la despedida de Astrid puede ser un buen ejemplo de las dos vertientes:
"No se ha puesto en contacto con Astrid desde hace semanas. Ahora ella le telefonea. La estancia de Astrid en Inglaterra ha terminado, se vuelve a Austria.
-Supongo que no volveré a verte -dice ella-, así que he llamado para despedirme.
Intenta no parecer afectada, pero tiene la voz llorosa. Sintiéndose culpable, le propone a Astrid una nueva cita. Toman café juntos; ella le acompaña a su habitación y pasa la noche con él («nuestra última noche», lo llama Astrid), llorando quedamente sin soltarlo un momento. Por la mañana temprano (es domingo) la oye escabullirse de la cama y dirigirse de puntillas al baño del rellano para vestirse. Cuando regresa finge estar dormido. Bastaría la menor insinuación para que ella se quedara. Si él prefiriera hacer otras cosas antes de prestarle atención, como por ejemplo leer el periódico, Astrid se sentaría a esperar en silencio en un rincón. Parece que a las chicas de Klagenfurt les enseñan a comportarse así: no pedir nada, esperar a que el hombre esté listo y entonces servirle.
Le gustaría ser más amable con Astrid, que es muy joven y está muy sola en una gran ciudad. Le gustaría secarle las lágrimas, hacerla sonreír; le gustaría demostrarle que su corazón no es tan duro como parece, que es capaz de responder a su buena voluntad con buena voluntad, con la buena voluntad de abrazarla como ella quiere ser abrazada y de escuchar las historias sobre su madre y sus hermanos. Pero tiene que ir con cuidado. Demasiada calidez y Astrid podría cancelar su billete, quedarse en Londres, mudarse a su casa. Dos derrotados dándose cobijo uno en los brazos del otro, consolándose: la perspectiva es demasiado humillante. Lo mismo podrían casarse y pasar luego el resto de la vida cuidando el uno del otro como inválidos. Así que no insinúa nada, sino que permanece tumbado con los ojos bien cerrados hasta que oye el crujido de las escaleras y el ruido de la puerta principal al cerrarse.
Es diciembre, y el tiempo ha empeorado. Nieva, la nieve se convierte en nieve fangosa, la nieve fangosa se congela: hay que andar por las aceras buscando puntos de apoyo como un montañero. Un manto de niebla cubre la ciudad, niebla cargada de sulfuro y polvo de carbón. Hay cortes de electricidad; los trenes se detienen; los ancianos mueren congelados en sus casas. El peor invierno en siglos, anuncian los periódicos".
(J. M. Coetzee, Juventud)

En las fotos Coetzee tiene pinta de pajaro de mal agüero. No hay quien se fíe de los seres esqueléticos. Estos ascetas no disfrutan de la vida... (También tiene cierto aire a Clint Eastwood ¿no?)

Sunday, September 05, 2010

El Londres de Woody Allen

Lo mejor, con mucha diferencia, de todas las últimas películas de Woody Allen son aquellos fotogramas en los que aparece Londres. Es un Londres precioso, nítido, brillante, de ensueño, que desprende una claridad increíble.
La misma mirada que supo extraer tantas veces la esencia de Nueva York ha sabido percibir la belleza de Londres.


Ayer fuimos a ver You will meet a tall dark stranger (Conocerás al hombre de tus sueños). De sus películas londinenses es, junto con Match Point, la película en la que más aparece la ciudad. Quizás por eso son las dos que más me han gustado de las que ha hecho Wody Allen en los últimos diez años (y recordad que el tío va a un ritmo de una por año). Incluso comparten algunos escenarios.
No quiero ser exagerado, pero sólo por los diez primeros segundos, en los que un taxi atraviesa una calle, se para y sale una señora con sombrero, ya merece la pena ir a verla. Insisto: todas esas imágenes de la ciudad tienen algo muy especial. Una belleza y una emoción que no sabría explicar.

Foto: agosto 2010.

Sale en dos ocasiones el puente de Little Venice por donde pasamos varias veces este verano.

Thursday, August 26, 2010

El final del verano

Guiño kafkiano: una errata feliz en los comentarios del anterior post: "No quería que nos esfumáramos, que nos convirtiéramos en fantsamsas".
*****
He aprovechado los dos días de lluvia para aprender a manejar el Windows Movie Maker, que es muy sencillo, y he estado cortando y pegando en los archivos del último año (lástima que no tuviera aquí el resto, aunque en general no suelo hacer muchos vídeos). Me han salido dos vídeos. Uno es un homenaje a mi preciosa Esfinge, los viajes junto a ella. El otro es este breve ensayo de metafísica heideggeriana (por decir algo) que os pongo aquí debajo.
Son todas imágenes grabadas con mi pequeña cámara de fotos, así que no se puede pedir mucho. La canción es “Gong Endir” de Sigur Ros. Creo que pega bastante con el tono melancólico de las imágenes. Espero que no os aburra mucho.
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Monday, August 23, 2010

A Exaltación do Mexilón solanero

No sé si pasaremos a la Historia de la Literatura, pero desde luego deberíamos hacernos inmortales en los anales de nuestras moleskines.
Cuando, aturdidos sobre el colchón, tirados en el suelo, no recordamos cómo llegamos a casa, es de suponer que lo hemos pasado muy bien. Uno se sumerge en una taza de café cargado, otro trata de recomponer el mal cuerpo y el otro recuenta los pelos que ha perdido en la dura refriega del sueño.
De vuelta por la autopista, Jabois conduce con la misma soltura con que escribe los artículos. Zigzaguea con suavidad, pisa el acelerador y adelanta a los rezagados en las curvas. No se le nota la resaca al tío. Qué dominio de la noche, está fresquísimo. Yo, en cambio, los “días después” no suelo tener palabras. Empiezo las frases pero no consigo terminarlas. Se me despeñan las neuronas en el abismo. Suena una canción de los Beatles mientras cambiamos de provincia. El paisaje sigue siendo el mismo.
Recuerdo cuando hace varios años, aún sin conocernos, ocupamos la casa virtual de Mabalot, que estaba de viaje en Japón, e hicimos una fiesta antológica. Se nos subieron las sustancias a la cabeza y la prosa dio muchísimo de sí. Estaba Lara con nosotros. Nos reímos mucho. Quién nos iba a decir entonces que estábamos inaugurando una tradición solemne.
Sólo cuando meto la cabeza en el agua helada del mar el cerebro recupera su textura. Entonces empiezan a llegar, poco a poco, de manera caótica, algunos flashes discontinuos, imágenes distorsionadas, secuencias vagas de la larga noche en la Ciudad Catedral, tan bien nutrida de vino, viandas, copas, etc. La nariz inflada del famoso peregrino borracho de la rúa do Franco, “Zapatones”, que te agarra del brazo si desvías la mirada de su impracticable conversación. Marino, el portero napolitano, que llegó a Compostela huyendo de la Camorra. Una hermana fugaz cuya existencia desconocíamos. Las palabras en off del líder de la oposición. La plaza de la Quintana, silenciosa, entre la neblina. No puedo asegurarlo, pero juraría que alguien, ya muy de madrugada, se travistió de Buñuel y se puso a mear en el quicio de la Puerta Santa. No se me ocurre mayor irreverencia. Quizás subirle las faldillas al Papa, no sé. A las seis y pico de la mañana, el periodista va parando a la gente por la Plaza Roja con su pregunta inapelable, absurda: “Oye, perdona, ¿una tienda en la que vendan camisetas del Atlético de balonmano? ¿De Papitu, por ejemplo?”. Al llegar a casa, ya de amanecida, tres rayas de luz atravesaban la persiana y amenazaban inútilmente con impedir el sueño. No lo consiguieron.
La culpa de todo es del licorcafé. Y de Yoko Ono, claro.

PD: Me está gustando mucho El viajero sin propósito de Dickens, parece escrito expresamente para mí. Lo que se dice literatura de andar y ver. “Hace algunos años, una incapacidad para dormir de carácter transitorio, atribuible a una sensación de angustia, me obligó a pasearme por las calles durante toda la noche a lo largo de un periodo que duró varias noches”. “Pocos lugares existen a los que me parezca tan grato regresar cuando estoy de mal humor como aquellos en los que nunca he estado”. Gracias por el obsequio, anfitrión.

Saturday, August 21, 2010

En las calles de Edimburgo

Harry Potter a la guitarra.

Thursday, August 19, 2010

Interludio rías baixas: cousas do verán

Cuando no tienes Internet es cuando te das cuenta, más que del tremendo vicio, de la necesidad imperiosa de este maldito invento, coño. Siempre hay algún mensaje esperando respuesta en el correo. Se me ocurren más posts estos días que en todo el año entero, pero no los apunto y al final acabo viniendo al cíber a desovar esta colección de tonterías. Cruzo el paseo marítimo como el salmón río arriba.
Este cíber lo frecuentan, principalmente, niñas abducidas por el Facebook. Tía, ¿has visto la foto de la Mery?, se escucha entre chasquidos de chicle.
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Prejuicios absurdos pero inevitables. Me cae mal la gente que se pone demasiado morena. Esos que andan por el mundo renegridos, como si les hubiesen dado una pátina de cómic. No sé por qué, me los imagino de poca inteligencia. No puedo evitar pensar que son cortos. Veo a uno de esos seres con roña y automáticamente pienso: “mira qué tío más tonto”.
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El Cunqueiro de no-ficción (si esa etiqueta es posible en el caso de nuestro Borges gallego) no deja de maravillarme. Estoy leyendo ahora el volumen 4 de las obras completas publicadas por Galaxia. Se trata de artículos y ensayos breves sobre literatura. Habla Cunqueiro de Georg Trakl, de Celan, de Roussel, de Cummings, de O’Casey, de su amado Villon, etc. El ensayo que dedica a la figura de Shakespeare (“Las mil caras de Shakespeare”) debería figurar en cualquier antología de la mejor crítica literaria.
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El significado es el uso en determinado contexto (2º Wittgenstein).
Qué rica está, a eso de las 14.35 horas, cuando tienes un hambre canina, esa última patata mustia, requemada, marroncilla, diminuta y con reborde como de uña sucia, ese resto triste de patata solitaria que ha quedado desechada en el plato tras haber sido despreciada por todos los contendientes en el chiringuito.
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El fichaje de Ozil es una de las mejores noticias de los últimos años para el Real Madrid. Cuando lo vi jugar en el Mundial me quedé alucinado. No sabía quién era. Desde que se retiró Zidane no había visto nada parecido (ojo, no digo que esté a la misma altura, que es imposible).
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Al igual que en los últimos veranos, ya estoy empezando a tomar aspecto de oso panda al revés.

Sunday, August 15, 2010

Mis Constables




Oxford, 7 de agosto de 2010

Monday, August 02, 2010

A Londres y Edimburgo

Nos vamos una semana a la pérfida Albión: cinco días a Londres y dos a Edimburgo.
Nuestra amiga londinense ha cambiado de barrio, así que podremos conocer de primera mano otra zona. El año pasado nos gustó East Dulwich. Este año vamos aquí, casi en la ribera del Regent's Canal. Mirando el mapa, se puede trazar una línea más o menos recta desde mi refugio de Inverness Terrace, el paraíso de aquel verano, junto a los jardines de Kensington.
Para entretener a La Esfinge, que ya está un poco aburrida de “mi Londres” (lo siento: aunque me guste conocer nuevas partes de la ciudad, siempre tengo la necesidad de volver a mis lugares preferidos, para ver que siguen allí, sin cambios, no sé), he estado mirando para hacer alguna excursión por las afueras, pero precisamente ella ha estado ya en todos los sitios: Oxford, Cambridge, Canterbury, Bath, Brighton… Yo no he estado en ninguno, pero si por mí fuera me quedaría simplemente paseando por Londres. Paseando todo el día, sin parar. Ésa es mi extraña concepción de la felicidad. Pero, claro, ésa es una felicidad solitaria, porque a ver quién aguanta ese programa ascético, monótono y esforzado. La felicidad en compañía, que es mucho mejor, va por otro lado, aunque no tan lejano, quizás; por ejemplo, basta con tumbarse en el césped de un parque, a la sombra de un árbol, tomando un sándwich de M&S y mirando los cisnes del lago.
Tendré que sopesar bien los nuevos destinos. El año pasado se me ocurrió que fuéramos a ver el ambientillo de Canary Wharf y a la Esfinge le pareció un plan absurdo ir hasta allí para contemplar un par de rascacielos y ver cómo salía la gente de las oficinas a comer en los alrededores… A mí me gustó.
Como siempre, intentaré captar ambientes, momentos, lugares, personas, sensaciones... para después contároslo (o mostrároslo en foto). En realidad no sé adónde me llevará esta colección infinita de paseos, ni qué sentido tendrá. Una lucha imposible contra la irrealidad en que nos convierte la muerte, qué sé yo.
En cuanto a Edimburgo, no he estado nunca. Me apetece conocerlo. A ver qué tal. Se admiten sugerencias.

Sunday, August 01, 2010

El Támesis: poesía en color

Colour on the Thames (1935) es una de las primeras grabaciones en color que se conservan. La hizo Adrian Klein utilizando el sistema Gasparcolor, maravilloso invento del químico húngaro Bela Gaspar. A mí este tipo de imágenes me parece pura poesía. La secuencia del London Bridge entre el humo de las chimeneas de los barcos es para quedarse a vivir en ella para siempre.

Wednesday, July 28, 2010

Historias de la loca de los gatos

Cogí el otro día en la biblioteca Historias de Londres, de Doris Lessing, para entrar un poco en ambiente, por el próximo viaje londinense, pero ha sido un fiasco absoluto: no he visto Londres por ningún lado. Y ya es difícil cerrar los ojos tanto, con las incontables maravillas que ofrece la ciudad. Sólo un mínimo atisbo de Hampstead Heath en el relato de los gorriones.
No he podido pasar de los primeros relatos, que seguramente son los mejores. He ojeado un poco por encima los otros.
Conclusión: qué coñazo la Lessing, Premio Nobel en 2007, qué lástima de tema desperdiciado... Se me han quitado las ganas de intentarlo con otros libros suyos.
Lo mejor que he leído sobre ella fue lo que contó en su día Mabalot.

Sunday, July 25, 2010

Adiós a un genio

Se van los dos a la vez, Raúl y Guti, el Dr. Jeckyll y el Mr. Hyde de la Casa Blanca. Parece claro que el triunfo en los telediarios, en los periódicos y en los libros de historia (al menos en los de la tinta húmeda, cuando se seque ya veremos) se lo lleva Raúl, el más-listo-de-la-clase. Pero aquí, en estos evangelios laicos, se lo lleva Guti, qué le vamos a hacer.
Guti era el perfecto reverso de Raúl. El antihéroe madridista, el “tonto inútil” que el Bernabéu necesitaba para desahogar su frustración en los malos momentos. Raúl representaba el sacrificio, el esfuerzo, la constancia, la eficiencia, la responsabilidad... todos esos valores tan honorables, tan dignos de respeto (tan aburridos, podríamos añadir). De todo eso Guti no tenía nada. Más bien era lo contrario. Guti era imprevisible, vago, caprichoso, polémico, malhumorado, inconstante, irresponsable. Y sí, ya lo sabemos, fuera del campo Guti es básicamente un fashion victim bastante gilipollitas. Pero si nos olvidamos de todo eso, si sólo hablamos de calidad futbolística, de balón y pie y bota y césped, Guti ha sido de los más grandes.
Se va un genio, es decir, alguien capaz de hacer lo que los demás no podrían lograr ni soñando: ese pase imposible, ese toque de balón sublime, un momento eterno en el que el tiempo se detiene y el universo entero dice oohhhhhh. Sí, era un detalle nada más, un simple instante que se esfumaba en el mismo momento de producirse. Pero era algo único, sublime.
La vida es una aventura corta, la genialidad un bien escaso y la belleza un tesoro incomparable. Por eso hay que saber valorar la diferencia. Adiós, Guti, y gracias por tan buenos momentos.





Wednesday, July 21, 2010

Los vagabundos de la cosecha

Verano de 1936, EEUU, la Gran Depresión. Más de 150.000 braceros invaden California en la época de las cosechas —melocotón, uva, lúpulo, algodón…— huyendo del hambre y la sequía del Medio Oeste. Van de un lado para otro en sus camiones o carromatos, con sus familias a cuestas. John Steinbeck escribe unos reportajes para The San Francisco News relatando la epopeya de estos temporeros nómadas: Los vagabundos de la cosecha es el libro que reúne estos artículos. Poco tiempo después trasladará estas vivencias a la ficción en Las uvas de la ira.
Se trata de pequeños agricultores que han perdido sus granjas y se han convertido en auténticos vagabundos, escuálidos y sucios. Ya no son extranjeros (filipinos, japoneses, mexicanos…), como era habitual. Ahora son americanos. Por el camino van vendiendo sus escasas pertenencias: mantas, aperos de labranza, cacharros de cocina… A menudo han visto cómo sus hijos se les morían en el trayecto. Mientras dura cada cosecha, viven en poblados de chabolas. Después marchan a la siguiente. También hay algún campamento federal o estatal. Y ahí viene el pormenorizado análisis periodístico, sociológico e institucional de Steinbeck, que ocupa gran parte del libro.
Centrémonos en la parte puramente literaria. Steinbeck es un genio describiendo los rostros, el cansancio, el sudor, las chabolas, el olor, la miseria, las moscas, los excrementos, la muerte… Impresiona la frase reiterada: Ya no les queda dignidad. Lo explica diciendo que pierden el lugar que les corresponde en la sociedad y, por consiguiente, su ética social; por eso pierden la dignidad. Sus caras reflejan el hastío, un constante malhumor que les ha vuelto taciturnos. Y los ánimos que antes tenían y que terminarán por perder no son más que una rabia sombría.
En varios momentos me ha recordado a Las Hurdes. Tierra sin pan, de Luis Buñuel. También a James Agee, pero más crudo y menos alucinado.
Se sienta al sol delante de la casa, en el suelo, mientras mosquitas de la fruta negras revolotean zumbando, se le posan en los ojos cerrados y se le suben a la nariz hasta que las aparta con gesto cansado. Las moscas quieren llegarle a la mucosa de la comisura de los ojos.
Prefiero no poner más párrafos deslumbrantes (hay unos cuantos) porque es una lectura muy triste, muy dura. Algunos pasajes son insoportables en su crudeza. Pero hay una grandeza indudable, extraña, casi épica, en la descripción de la miseria. Un brillo telúrico. Algo inasible. Como una epifanía.
El de Steinbeck me parece un testimonio necesario, irrevocable, ejemplar. Lo sigue siendo más de setenta años después. Y quedará ahí para siempre.


*Las fotos son de Dorothea Lange (1895-1960).

Sunday, July 18, 2010

The Naked City (1948)

Película dirigida por Jules Dassin, basada en una historia de Marvin Wald e inspirada en las imágenes del fotógrafo Weegee, famoso porque siempre llegaba al lugar del crimen antes que la policía. El primer libro de fotografías de Weegee (del que vimos una exposición hace dos años en la Fundación Telefónica, poco antes de ir a Nueva York) tenía el mismo título: La ciudad desnuda.
Cine negro semidocumental sobre la investigación de un asesinato. El comienzo es realmente espectacular:

Quizás Woody Allen se inspiró en él para su no menos espectacular comienzo de Manhattan. Weegee, Dassin, Allen, eslabones visuales de una misma inspiración inagotable: NY.

Thursday, July 15, 2010

Esa visible oscuridad

William Styron jugando al ajedrez con su melancolía. Es un juego peligroso. Quizás es lógico que el depresivo tenga interés intelectual por su enfermedad, la estudie, la analice, lea todo lo que caiga en sus manos sobre ella… ¿Para sufrirla mejor? ¿Para contrarrestarla? ¿O todo es puro morbo? —el morbo, congénito, del depresivo, que se solaza en la autocompasión... (Quizás esto sólo pueda tener sentido dicho desde fuera. Desde dentro no hay cálculo, sólo oscuridad.)
Terror, enajenación y ansiedad al final de la tarde. Semiparálisis. Confusión, desenfoque mental, lapsus de memoria. El pánico vespertino. La asfixia.
Styron recibe un premio en París pero su mente está en la primera consulta que tendrá con el psiquiatra al día siguiente, ya de vuelta en EEUU. Queda fatal con los organizadores. Pierde momentáneamente el cheque de 25.000 dólares. Ni apetito ni sonrisa ni conversación, en un París ventoso y con lluvia.
El extranjero de Camus, poco antes muerto en accidente de tráfico. La viscosa angustia existencialista que traspasa el papel y se clava adentro. La terrible pregunta fundamental de la filosofía, según él: si la vida merece o no la pena de ser vivida. El mirar inexpresivo y vacuo de Jean Seberg en Connecticut, caminando como una sonámbula, entumecida por los antidepresivos. Un año después aparecería su cadáver en un coche abandonado en un callejón de París. Causa de la muerte: sobredosis de comprimidos. Y su ex marido, Romain Gary, acabaría metiéndose una bala en los sesos.
Quizás la depresión se contagia. O es la fuerza que los junta. Depresivo llama a depresivo. No sé.
Abbie Hoffman, otro pastillero, o Randall Jarrell dejándose atropellar, o Primo Levi lanzándose por el hueco de la escalera de su casa de Milán. Levi, superviviente de tantos horrores y al final víctima de sí mismo, o de su memoria. La nómina funeral es demasiado extensa.
A los 60 años le llegó a Styron el derrumbamiento. Depresión unipolar, sin picos de euforia. Previamente, intolerancia al alcohol, que hasta entonces utilizaba como método de inspiración. El aliado se esfumó. Vulnerable a los demonios del subconsciente. Hipocondría. Ansiedad, agitación, temor difuso. El verso de Baudelaire: “He sentido el viento del ala de la locura”. Pérdida de voz y de la libido, ausencia de sueños, alimentos desprovistos de sabor… Y, por supuesto, el insomnio, la gran condena.
Miedo al abandono, a la soledad. Fotos de sonrisas llenas de angustia. Una noche tiró su diario a la basura, prolegómeno necesario del suicidio.
Algunos párrafos impresionan:
Un fenómeno que ha observado cierto número de personas al pasar por estados de depresión profunda es la sensación de hallarse uno acompañado por un segundo yo: un observador fantasmal que, no compartiendo la demencia de su doble, es capaz de mirar con desapasionada curiosidad mientras su compañero lucha contra el desastre que se le avecina o decide asumirlo. Hay algo de teatral en todo ello, y en los días que siguieron, mientras iba estólidamente de un lado para otro preparando mi eliminación, no podía quitarme de encima un sentimiento de melodrama: un melodrama en el que yo, la inminente víctima de autoasesinato, era a la vez el actor solitario y el miembro único del auditorio. Todavía no había elegido el modo de mi tránsito al otro mundo, pero sabía que ese paso vendría a continuación, y pronto, tan ineludible como la noche.
Después, el cambio de idea y el ingreso voluntario en un hospital, lugar de “cautividad metódica y benigna donde la única obligación que uno tiene es la de ponerse bien”. La reclusión y el tiempo como médicos. La mejora progresiva hasta la capitulación final de la depresión. Su primer sueño en varios meses. El origen del mal, quizás, la muerte de la madre durante la infancia.
No es un libro alegre, no. Aunque termina bien.

Monday, July 12, 2010

Friday, July 09, 2010

Postales desde Italia

Beirut vía Sara.

Monday, July 05, 2010

Saturday, June 26, 2010

El tiempo recobrado

Ha salido en Debolsillo (que Dios proteja este sello, al menos dos de sus colecciones) el último tomo de En busca del tiempo perdido de Proust traducido por Carlos Manzano. La primera edición de esta nueva traducción salió el año pasado en Lumen, diez años después del primer tomo. Todo un acontecimiento.
Primeras sensaciones. Más bien pre-sensaciones de lectura. Abro el libro a voleo por varios lugares y encuentro frases más cortas, más contenidas, menos oceánicas que las habituales en Proust. Sólo el primer párrafo sirve de enlace formal con los tomos anteriores, pero ya se nota otro tono, otro aliento: más reposado, más sobrio. Una respiración de agonizante estoico.
Creo que por fin podré disfrutar a Proust sin obstáculos ni artificios. Lo estaba deseando. Hasta ahora tenía que hacer primero una titánica labor de desbrozo, lápiz en mano, subrayando, poniendo paréntesis, haciendo señales en el margen. Después, en una segunda lectura (parcial, sólo de lo señalado), podía ya disfrutarlo. Es decir, leía a un Proust editado por mí. Pero la labor de desbrozo siempre me acababa cansando y saltaba de tomo en tomo sin orden ni criterio. Alguno ni lo rocé.
Ahora, espero, será otra cosa.

Tuesday, June 22, 2010

O libro dos amigos

Curioseando en la biblioteca de mi padre me encuentro con dos libros de preciosos títulos, tan evocativos como prometedores: Por os camiños da saudade y O libro dos amigos, ambos escritos por este hombre de toga y gafas redondas llamado Ramón Otero Pedrayo (1888-1976). Seguro que los había visto otras veces, pero no les había prestado atención.
Los abro y empiezo a hojearlos. Primero de pie; después sentado; finalmente tumbado en el sofá. El primero es un libro de viaje por Buenos Aires. Casi mejor lo dejaré para otro día, porque el segundo me ha atrapado: O libro dos amigos. Como declara el título, se trata de una sucesión de retratos emocionados de sus amigos, entre los que figuran algunos personajes gallegos conocidos, como Castelao o Bóveda. Salen en sus páginas muchos recuerdos, bastantes cafés, algunos entierros. No entiendo todas las palabras, pero me gusta cómo suenan. El ejemplar que tengo entre las manos está fechado en 1953 y fue publicado por Ediciones Galicia del Centro Gallego de Buenos Aires.
Copio un trozo sobre Antón Vilar Ponte, el inventor del nombre de este blog:
Era un día de neve seródea, estaban ben tristes os montes de Castro de Dozón, cando os pasamos ainda de mañán Alexandre Bóveda, Vicente Risco e mais eu pra seguir deica a foxa do seu descanso, beira do mar dos Artabros, o corpiño de Anton Vilar Ponte. [...]
En Cuba exercitou Antón Vilar fidalgamente o xornalismo. Sostivo con dinidade sin concederle demasiada importanza un desafío a espada. Por as condiciós do terréo decidiron os padriños que se descalzaran os duelistas. Tivo medo Anton de locir algunha falla no calcetín e con desventaxa deixouse cos zapatos...
Contabao Antón, fumegando seus caraiterísticos cigarriños, co ar cânso, de súpeto fermoso e aceso sí se tratare de unha inxustiza que combatire, unha pureza que gabare... Sabía disfrutar dos folgos e os silencios. As horas do serán, as da noite coruñesa non tiveron millor nin mais xentil e delicado intérprete. O café do Cantón, o latexar do Faro brigantino, a opinión, nada nunha tertulia, maquiada en circos e discusiós, ou xurdida e espallada de sutaque por a cidade era deseguida collida e corporeizada por Antón como si a uliscara no clima social, pra erguela ou pra castigala cun artigo de punta de frolete...