Monday, July 27, 2009

Tanta gente sola, de Juan Bonilla

Siempre que empiezo un libro de Juan Bonilla tengo la esperanza de hallarme -"esta vez sí, por fin", pienso- ante una obra maestra, pero nunca se cumplen las expectativas. Sin embargo, esta distancia entre los deseos y los resultados no se traduce en decepción y enfado en el caso de este escritor, como sí me pasa con otros. No sé por qué. Supongo que simplemente porque me gusta cómo escribe y disfruto leyéndolo; o sea, que su lectura me renta lo suficiente, y tampoco es justo exigir mucho más. Quizás también puede influir que me caiga bien. Es uno de los escritores que mejor me caen, me parece un tío sincero y cabal, inteligente, honesto, normal. Entre tanto imbécil y ególatra, casi se presenta como un caso único. Además, es el mejor recomendador de lecturas que conozco (Rodrigo Fresán y Vila-Matas ya me han fallado varias veces, quizás porque recomiendan demasiadas cosas). En este país pocos saben más de literatura que él. Hace poco decía en un artículo algo así como que las opiniones y gustos literarios eran simplemente como los culos, te gustan o no te gustan, y no tienen mayor importancia. Yo no estoy de acuerdo. Creo que los gustos y opiniones se emiten desde un criterio, y hay criterios que nos gustan más y otros que nos gustan menos (otra cuestión de gustos, como veis). De unos gustos o criterios nos fiamos y de otros no. Pues bien: el gusto o criterio literario de Bonilla me suele parecer acertado. Le debo bastantes descubrimientos y muchas horas de gozosa lectura. Ya sólo por eso le estaré siempre agradecido.
Voy por la mitad de este libro y cada vez que empiezo uno de sus relatos no me puedo levantar de la silla hasta que lo termino de leer; eso en mi caso tiene bastante mérito porque no soy fácil de enganchar (lo más habitual es que empiece las cosas y las deje a medias), y más teniendo en cuenta que los relatos de este libro son bastante largos (entre 20 y 30 páginas). Hasta ahora en Tanta gente sola me he encontrado con mucho sentimiento de vergüenza, de fracaso, de derrota, de envidia, de soledad, algún escritor patético, bastantes porros de marihuana y muchas, muchas pajas. Como la vida misma.
Hablábamos el otro día del exceso de ingenio en los libros de relatos y nos preguntábamos si era un defecto congénito del género. Pues yo creo que aquí tenemos un ejemplo de que no. Lo que Juan Bonilla hace, básicamente, es contar historias, y no tanto producir artificios ingeniosos para guiñarle el ojo al lector. Otra cosa es que precisamente a Bonilla le guste llenar los relatos de elementos ingeniosos (chistes, aforismos, juegos de palabras, cadenas de metáforas nabokovianas, etc), pero no es el ingenio como planteamiento, como estructura, que es lo que a mí me suele cansar. Bonilla trata de contarnos una historia, acercarnos a un personaje, y el desarrollo del cuento suele consistir en la narración de las acciones y reacciones de ese personaje y la explicación de sus comportamientos, sentimientos, pensamientos, etc. Quizás a veces se excede en su afán explicativo, creo yo, pero el dominio con el que lleva su relato, el estilo potente con el que maneja la historia, es tan fuerte que lo puede todo y nos lleva adelante del tirón. Hasta le perdonamos los fraseos cortazarianos.
Me lo estoy pasando bien leyendo Tanta gente sola. Os lo recomiendo. Estoy seguro de que, antes o después, llegará la obra maestra (eso nos pasa por exigentes e impacientes).

1 comment:

Anonymous said...

al mismo tiempo que este, acaba de salir una recopilación de sus artículos sobre literatura publicados por la Universidad de Valladolid. Se titula La plaza del mundo. Ojalá te guste.
Azurmendi