Friday, January 30, 2009

El estilo incomparable de Diógenes Laercio

Es una verdadera gozada leer las biografías sincréticas de Diógenes Laercio, a medio camino entre la crónica histórica, el periodismo de variedades y el breviario filosófico. No creo que nadie haya sabido conjugar, en un tono divulgativo, erudito y supuestamente aséptico (suavizado, creo yo, por un elegante escepticismo), tantos y tan dispares conocimientos. Sin solución de continuidad, pasa del mito absurdo al dato científico, del esbozo moral al detalle físico, del anecdotario vital al meollo de un pensamiento, y el lector se mueve constantemente entre la seriedad, la sonrisa y la sorpresa. Su estilo me parece una maquinaria perfectamente engrasada para medir el tiempo, condensar acontecimientos y demoler vanidades. Su concreción y sobriedad son modélicas, así como su utilización de la forma indirecta. Y sus matices resultan siempre geniales.
Como ejemplo, pongo estos extractos de la resumidísima vida de Tales de Mileto (que, por lo que le dice a su madre, debía de ser un cachondo):
"Muchos opinan que fue el primero en defender la inmortalidad del alma; de este grupo es el poeta Querilo. Fue el primero que averiguó el trayecto del sol de un trópico a otro, y el primero que, comparando la magnitud del sol con la de la luna, manifestó ser ésta setecientas veinte veces menor que aquel, como escriben varios. El primero que llamó triacada a la tercera década del mes; y también el primero, según algunos, que disputó de la Naturaleza. Aristóteles e Hipias dicen que Tales atribuyó alma a cosas inanimadas, demostrándolo mediante la piedra imán y el electro. Pánfilo escribe que al aprender de los egipcios la Geometría, inventó el triángulo rectángulo en un semicírculo, y que sacrificó un buey a causa del hallazgo. Otros, lo atribuyen a Pitágoras; uno de los cuales es Apolodoro logístico. También promovió mucho lo que dice Calímaco en sus Yambos que halló Euforbo Frigio, a saber, el triángulo escaleno y otras cosas respecto a la especulación de las líneas. (...)
También se cuenta que cuando su madre le pidió que se casara, respondió que todavía era temprano; y que pasados algunos años, al urgirlo su madre con más fuerza, dijo que ya era tarde. Escribe Jerónimo de Rodas, en el libro II De las cosas memorables, que al querer Tales manifestar la facilidad con que podía enriquecerse, en cuanto supo que habría gran cosecha de aceite, tomó en arrendo muchos olivares y ganó muchísimo dinero con esto.
Dijo que el agua es el primer principio de las cosas; que el mundo está animado y lleno de espíritus. Fue el creador de las estaciones del año, y asignó a éste trescientos sesenta y cinco días. No tuvo ningún maestro, excepto que cuando viajó por Egipto se familiarizó con los sacerdotes de aquel país. Jerónimo dice que midió las pirámides por medio de la sombra, proporcionándola con la nuestra cuando es igual al cuerpo".
(Diógenes Laercio, Vida de los filósofos más ilustres)

Sunday, January 25, 2009

Polaroids rotas

El vagón, a oscuras, transita por el túnel. Medio perfil de ella se refleja en la ventana. Se le ilumina la cara por la luz que sale de la pantalla del móvil. Un mensaje en el buzón. Mientras lo lee pone gesto de ansiedad, de pesar, de entusiasmo. Finalmente, pulsa una tecla y sonríe.
*****
Lleva un mechón de color morado y un piercing en la nariz. Viste de oscuro y tiene el ceño fruncido, como si estuviese enfadada con el mundo. Su piel es blanca, muy blanca, de una palidez lívida. Cuando sonríe se le ve un pequeño hueco entre los dientes paletos y se le marcan dos líneas que salen de las aletas de la nariz y terminan en la comisura de los labios, dividiéndole la cara en cuatro gajos. No es guapa, pero tiene algo. La sombra de ojos le redobla la mirada, como un tambor el sonido, siempre un eco de sí mismo. Lleva las cejas depiladas. Podría ser una aprendiz de vampiresa.
*****
Sentada en la cama, se quita las medias. Las medias se van enrollando a medida que bajan por las piernas, hasta llegar a la punta del pie, de donde salen convertidas en un gurruño. Cruza una pierna sobre la otra. El gurruño izquierdo queda colgando en el aire mientras se quita la media derecha.
La mirada, el infinito, un pie.

Friday, January 23, 2009

Death Cab for Cutie

Música: Passenger Seat de Death Cab for Cutie. Vídeo: imágenes familiares de Super 8 en los años 50.

Tuesday, January 20, 2009

La muerte de Stendhal (II)

"Beyle escribió sus grandes novelas entre los años 1829 y 1842, constantemente aquejado de los síntomas de su enfermedad sifilítica. La disfagia, tumefacciones bajo las axilas y los dolores en sus atrofiados testículos le dejaban especialmente exhausto. Como el agudo observador en el que se había convertido, contabilizaba con suma precisión las oscilaciones de su estado de salud y acabó por darse cuenta de que su insomnio, mareos, el zumbido en los oídos, el pulso nervioso y los temblores, a veces tan intensos que apenas podía seguir manejando el cuchillo y el tenedor, guardaban menos relación con su misma enfermedad que con los remedios altamente tóxicos que se venía tomando desde hacía años.
Su estado de salud mejoró conforme renunciaba al mercurio y al yodo potásico, sin embargo notaba que su corazón comenzaba a denegar sus servicios paulatinamente. Beyle, cada vez con más frecuencia, y tal y como tenía por costumbre desde hacía mucho tiempo, calculaba su edad de una forma criptográfica semejante, en su abstracción trepadora y ominosa, a mensajes de la muerte.
Seis años de trabajo extenuante separan de su final el momento en el que bosqueja este apunte numérico difícil de comprender. La tarde del 22 de marzo de 1842, ya se podía intuir el olor a primavera en el aire, un ataque apoplético le tumba sobre la acera de la Rue Neuve-des-Capucines. Le llevan a su casa en la actual Rue Danielle-Casanova, donde, en la madrugada del día siguiente, se extingue sin haber recobrado el conocimiento".
(W. G. Sebald, Vértigo)

Sunday, January 18, 2009

Tuesday, January 13, 2009

La serie de los unos, los ceros y los doses

Hace un tiempo Mabalot recomendó en su blog el blog de Hikikomori. Le eché un vistazo y no me dijo mucho, la verdad; sólo era publicidad de sus libros, o eso me pareció. También recomendó sus novelas (las de Alberto Olmos), pero todavía no he leído ninguna, porque se me acumulan las lecturas pendientes y cuando he ido a la biblioteca no he visto ningún libro suyo. Pero el otro día volví al blog de Hikikomori y empecé a leer la serie de los ceros, los unos y los doses. Me quedé impresionado. Fui leyendo hacia atrás, post tras post, y disfruté muchísimo. Tiene tanta fuerza el tío que hasta cuando se pasa un poco de verborreico-paranoico da gusto leerlo. Engancha. El caso es que cuesta dejar de leer su voz, supongo que tanto como a él dejar de escribir la suya propia. Pura adicción.
La cosa es así, en principio: se supone que Olmos está escribiendo una novela y en el blog se ha propuesto ir contando día a día cómo lo lleva. Y lo que le sale, esta serie de los unos, los ceros y los doses, es realmente buena, una pasada, quizás mucho mejor que la novela que está escribiendo. Lo estrictamente metaliterario no me parece lo más interesante (si ha escrito 5 o 20 páginas ese día me la suda bastante, igual que si está escuchando tal o cual canción), aunque algunas reflexiones sobre la escritura o los personajes o las novelas son muy buenas: "Escribir mal es escribir bien si el mal que escribes, si ese escribir malamente, expresa algo. A veces rompes una ventana y la ventana es más bonita", "Me fascina, sí, que uno pueda escribir siempre. Que se pueda escribir. Se puede escribir siempre, escribir por escribir. No sé", "el blog de Dios donde nuestros únicos comentarios tienen forma de lápida", etc.
Lo realmente interesante, creo yo, es asistir al propio proceso mental, las vueltas que da la cabeza, el vaivén del pensamiento, ver cómo se va desplegando ese mundo mental en la escritura. Supongo que me gusta leer sobre la realidad, y eso incluye también la realidad que está encerrada en la cabeza, que es otra realidad, u otra parte de la realidad: la realidad mental, digamos. Como texto puro, directo. Seguramente si estos flujos de pensamiento estuviesen insertados en una novela, camuflados entre descripciones, tramas y personajes, me aburrirían, me molestarían. Pero leerlo así, todo seguido, como un continuo, es una gozada. No es un pensamiento lógico, formal, abstracto, sino un pensamiento literario, con sus rítmicos zigzagueos a lo Thomas Bernhard. El impulso constante de ese pensamiento es la misma escritura. O sea, que escritura y pensamiento se funden. O algo así.
El planteamiento me parece perfecto: “Escribir todos los días, lo que sea, escribir por escribir, escribir para escribir, del mismo modo que vivo para vivir y vivo por vivir, sin mayor afán”. Lo difícil, por supuesto, es hacerlo tan bien.
Creo que de esa supuesta falta de pretensiones (tan barojiana) es de donde puede surgir, precisamente, la mejor literatura. Ya digo, os lo recomiendo: de lo mejor que hay ahora en blog. Yo creo que se debería publicar en libro.

Monday, January 12, 2009

El universo según Dopper

[Esquizofrenia: del griego, schizo, "división" o "escisión", y phrenos, "mente"]
Dopper se asoma de madrugada a la ventana. La vecina ha matado a su gato y lo ha colgado del tendedero. El gato tiene las uñas rotas, los ojos desorbitados y la piel estirada: parece un murciélago. Gotea su sangre sobre las bragas de la mujer del Cuarto C. El toc toc de las gotas retumba por el patio y embota el cerebro de Dopper con su mecánica hueca. Dopper tiene el pensamiento recluido en sí mismo, atenazado por un miedo sin medida, los ojos buscando el infinito. Apenas tuerce el gesto. Permanece encerrado en su cuarto todo el día. Habla poco, sólo a veces con su madre, y cuando lo hace se trabuca. Si sale de casa le carcome la angustia: Me persiguen. Me están observando por todas partes. Voy en el autobús y todos me miran. Camino por la calle y la gente se gira a mi paso, me vigila tras el cogote para que no los descubra. Se han puesto todos de acuerdo para perjudicarme. Nada de esto tiene explicación.
Dopper escucha voces extrañas por todas partes: en la nevera, en el balcón, en los armarios, en el somier de su cama. Aparte de FM y Onda Media, debe de haber una tercera banda de frecuencia que sólo captan los esquizofrénicos. Suena a todas horas, es imposible sacársela de encima, jamás se agota su emisión. Las voces hablan de cualquier cosa: del tráfico, de Oriente Medio, del precio de las langostas, de los pliegues de las piernas de Beyoncé. Multitud de canales distintos, relevándose o superponiéndose, interfiriendo unos en otros, suplantando la cadencia de su pensamiento. Dopper se siente solo en el mundo, pues los demás no creen que existan las voces, porque no las oyen. A veces los rumores se prolongan durante todo el día, sin parar, como tertulianos psicópatas, sin dejar ni un instante de descanso, de silencio. El tema preferido por las voces es el de la muerte de Padre. Le dedican un especial de cinco horas cada día. Padre era un hombre bueno, responsable, trabajador. Cuando llegaron los loqueros para llevárselo y encerrarlo nadie se lo creía. Padre, en cambio, cogió una mochila que ya tenía preparada con muda limpia y se metió en la ambulancia sin inmutarse. Durante la consulta preliminar confesó que había violado y asesinado a cinco niñas. Se ahorcó en su celda al día siguiente. Las voces comentan la jugada hasta en sus más nimios y truculentos detalles: cómo cometió las violaciones, dónde enterró los cuerpos, el color de pelo de las niñas, la reacción de sus padres al conocer la noticia, la marca de desodorante que Padre llevaba puesta el día en que se suicidó. Retorciéndose en el suelo, Dopper se tapa los oídos y suplica: Que se callen esas voces. Que se callen, por favor. Si hay suerte, se queda dormido. En sus sueños Dopper ve gatos gigantes esbozando muecas de terror. También discóbolos, carruseles, nubes en soledad, árboles quebrados, sogas deshilachadas, caracoles, salas de incomunicación. Cuando se despierta por la mañana, piensa: No me quiero levantar de la cama. Prefiero quedarme aquí, inmóvil, mirando al techo. Quedarme meses, años, siglos, echar raíces que se agarren al suelo, que se disgregue mi piel entre las sábanas, que acabe todo el dolor de un día para otro, silenciosamente, durante la noche.

Dopper enciende la televisión. La presentadora del Telediario, esa rubia glacial que nunca quiebra el gesto, se empieza a poner cachonda en su asiento. Se desabrocha los primeros botones de la camisa, tira los papeles al suelo, se sube en la mesa enseñando muslo, le guiña el ojo a la cámara y le dice que quiere follar con él, que se la saque de la bragueta y se la ponga en la cara. Que eyacule sin miedo. Obediente, Dopper se corre sobre la pantalla. En internet compagina los vídeos pornográficos con las revistas médicas. Lee antiguos informes de lobotomías: a unos les abrían la cabeza como un melón, separando la tapa frontal del resto del cerebro; a otros les introducían un piolet por el ojo, poco a poco, golpeando con un martillo, hasta alcanzar el cerebro y cortar las conexiones de las partes afectadas con el resto del cerebro. Las consecuencias, tremendas: personas anuladas, emocionalmente deshechas, sin creatividad ni imaginación. En cambio, Dopper conserva aún intactas sus hiperbólicas sensaciones. Tiene telepatía con todo el mundo, o eso se cree él: sabe lo que piensan, que es exactamente lo que él piensa, pues todos le leen el pensamiento. El prospecto de los electrodomésticos y los editoriales de los periódicos digitales le dictan cada día lo que debe hacer. Son mensajes difíciles de descifrar, pero el destinatario evidente es él. Hasta los objetos conspiran en su contra. Se siente abandonado en mitad de la llanura, tiritando de frío, mientras una torre de ropa sucia asciende hacia el cielo. El mundo gira en torno a su cabeza. Cada signo, cada señal, cada huella es una muestra más de la conjura. Se ve muriendo en los espejos, descomponiéndose como el retrato del cuadro de Dorian Gray. Legiones de avispas rondando las orejas. Millones de lavadoras rotando y gimiendo a la vez. Eso es el universo según Dopper.
Cuando apaga la televisión, su sombra —que es la tuya, que es la mía— se refleja en la pantalla. Allí se queda solo, sentado en el sofá, a la intemperie. Las voces, por supuesto, no descansan.

Sunday, January 11, 2009

Don Chinarro

Gran concierto ayer del Sr. Chinarro. Os pongo Los amores reñidos, una de mis preferidas del último disco. El vídeo se ve fatal porque 1. yo no soy Spielberg, 2. mi cámara de fotos no da más de sí, la pobre, y 3. siempre nos ponemos en la zona de los tímidos (cualquier día todos los tímidos del mundo nos uniremos, como dice otra de las canciones, y armaremos una buena). Gran guitarrista, por cierto. Por momentos hasta me recordaba a algunos de mis grupos míticos, como Tindersticks o Galaxy 500. El final del Gran Poder, genial.

Friday, January 09, 2009

Madrid bajo la nieve


Esquiador en el Retiro

Tuesday, January 06, 2009

Supercoco

Supercoco me mira desde la esquina de la habitación. Está espatarrado en la mesilla, los brazos en cruz, la nuca apoyada en la pared, el cuerpo inclinado y las piernas abiertas. Tiene un pie enganchado en la lamparita, como si le quisiese dar una patada.
Supercoco me mira (es un decir) con gesto de locura. En realidad no me mira a mí, sino al techo. Supercoco siempre mira al techo. Es su sino, su condena. Jamás podrá mirar hacia otro lado. Lo hicieron así. Un poco bizco.
Supercoco tiene la nariz rosa y la boca siempre abierta, como un buzón oscuro con pequeñísima lengüeta roja. El gesto de su boca abierta, sobre esa barbilla sin labios, me recuerda a Rajoy. También sus ojos asombrados, viajando hacia las alturas, como cuando a Mariano le viene su tic. Son clavaditos, en serio.
Supercoco es azul y barrigudo. Ha echado tripa el tío. La buena vida en el Vips, supongo. Supercoco me mira (no me mira) con su cara de loco y su capa roja y su casco gris y su nariz rosa que apetece apretar como si fuera un claxon.
Supercoco me mira atolondrado y su mirada de loco me incrimina: "Algo va mal, muy mal, cuando a tus años todavía te regalan un peluche, macho". Y mucho me temo que tiene razón.

En el jardín

Estatuas de niños deformes y pequeños cupidos que estrangulan gansos.

Thursday, January 01, 2009

Pijamas y otras cosas

Los Babasónicos, un grupo argentino que en sus mejores momentos -algunas melodías, algunas psicodelias, algunas letras- me recuerdan a El Niño Gusano, el mejor grupo de la historia del pop español. Esta canción se llama Pijamas (léase Piyamas):

Y otras: Microdancing (frikísima canción, entre Leonardo Dantés y Chikilicuatre), El loco, Risa, Fizz, El colmo y Putita, por ejemplo.