Wednesday, December 31, 2008

Nochevieja o el eterno retorno de lo mismo

Uvas, campanadas, fuegos artificiales, confetti, champán...
Fantasmas de un pasado idéntico (no menos idéntico que el futuro), aprendices de cadáveres simulando una borrachera de alegría, celebrando -supongo- que aún estamos aquí, que no nos hemos ido, que no han dicho nuestro nombre en la sala de espera.
Sólo eso. Lo mires como lo mires, es absurdo... extraño... irreal.

Tuesday, December 30, 2008

Madrid: del río al cielo

Un paseo por mi pueblo: telegrama y vídeos. Stop. Salimos del metro en la estación de Príncipe Pío, antes también llamada la Estación del Norte, en la que de pequeño viví tantas sensaciones intensas de idas y venidas en tren a Galicia. Stop. No hace frío. Caminamos hasta la ermita de San Antonio de la Florida, que en realidad son dos. Stop. Dos ermitas gemelas, con una historia bastante pintoresca:
A lo largo del siglo XVIII, las reformas urbanas de la zona obligaron a derribar la ermita de San Antonio en dos ocasiones y construirla de nuevo en otro lugar. Así, la iglesia primitiva, de Churriguera, fue sustituida por otra de Sabatini y ésta, a su vez, por una tercera que ya sería la definitiva.
El último traslado de la iglesia se originó a causa de las obras del nuevo palacio de La Florida, una gran finca (hoy desaparecida), que daba nombre a la capilla y que había sido adquirida por Carlos IV. Por orden del rey, de 1792 a 1798 el arquitecto Felipe Fontana construyó la nueva ermita, y Francisco de Goya la decoró con magníficos frescos.
Para garantizar la conservación de sus pinturas, el edificio fue declarado Monumento Nacional en 1905 y más tarde, en 1928, se construyó a su lado una iglesia idéntica, para trasladar el culto y reservar la original como museo. Para entonces, esta capilla era además panteón conmemorativo del artista, pues en 1919 se habían trasladado aquí sus restos, traídos desde Burdeos, donde había muerto en 1828.
Entramos en la ermita, saludamos a Goya en su tumba y contemplamos sus frescos. Son preciosos. Stop. Cuatro espejos nos permiten estudiarlos al detalle sin sufrir tortícolis. Lástima que no se puedan hacer fotos. Stop. Nos despedimos de Goya, salimos y saludamos a su estatua. Stop. El puente de la Reina Victoria, sobre el Manzanares. Es bonito. Stop. Pasan los coches, las personas y, al fondo, por el aire, las cabinas del teleférico. En mitad del río hay una caseta para patos o cisnes. Véase. Stop. En otro puente hay unos señores mayores pescando. Para que luego digan que no tenemos río... Uno de ellos coge un pececillo, avisa a los otros todo orgulloso, le quita el cebo de la boca al pez y lo vuelve a tirar al río. Véase.

Entramos en Casa Mingo, mítico mesón asturiano de toda la vida, famoso sobre todo por su pollo. Nos pedimos un refresco y un chorizo a la sidra; lo que se dice un aperitivo suave, para desengrasar de tanto empacho de estos días. Stop. Cogemos el autobús. Pasamos por los jardines del Campo del Moro, plaza de España, Gran Vía y nos bajamos en Callao. Stop. Gente comprando por Preciados. Bordeamos Sol y bajamos por Alcalá hasta el Círculo de Bellas Artes. Stop. Queremos subir a la azotea, que está abierta en estos días de fiesta. Stop. Salimos del ascensor. El cielo de Madrid. Stop. Impresionantes vistas de la ciudad en todos los puntos cardinales. Por ejemplo: los edificios de Metrópolis y el de Telefónica (Gran Vía), la Cibeles, el Banco de España (con su helipuerto) y terminamos en la estatua de Minerva: véase. Me encantan las escaleras de caracol. Stop. Me fijo en los tejados, áticos y terrazas. Me da envidia de algunos jardincitos de azoteas. Me gustaría vivir allí. Stop. Nos vamos a comer. No tenemos remedio. Seguimos rascando en los pobres huesos de la paletilla. Este maratón gastronómico navideño nos va a matar. Stop. Feliz año a todos.

Saturday, December 27, 2008

Villancicos yonquis

Mi banda sonora de estas navidades, mientras releo a Stifter, es Amy Winehouse. Suena en mi casa el disco de los villancicos yonquis. Hay que reconocer que entre raya, porro y copa (de ella, no mías) la Winehouse destila una voz muy bonita y sugerente.
Pero no sabe uno qué hacer con esa imagen de chica mala que parece salida de un episodio de Los Picapiedra después de que Pablo Mármol le pegara una paliza...
Definitivamente es mucho mejor escucharla que verla: You know I´m no good, Love is a losing game, Tears dry on their own, Back to Black. Y aquí haciendo de las suyas con el amigo Doherty, otro que tal baila.
Aunque después de ver a Papá Noel asesinando a nueve personas, creo que mis navidades sangrientas no eran para tanto.

Thursday, December 25, 2008

La Nochebuena según Stifter

La Navidad en su aspecto más bucólico y entrañable está inmortalizado en los textos de Adalbert Stifter, de una sencillez y belleza emocionantes. Caminamos por la nieve dejando nuestras huellas, percibimos luces lejanas entre las ramas del bosque, escuchamos las campanas de la iglesia, nos reunimos con vecinos, amigos y familiares en casas con chimenea, asistimos a la ilusión solemne de los niños, al temblor de la fe en los ritos y tradiciones... Todo envuelto en un halo de pureza, de alegría, de inocencia, de buenos sentimientos.
Ahora que ya ha pasado la noche en la que suele producirse el mayor número de intervenciones policiales por disputas familiares, podemos ponernos didáctico-poético-nostálgicos con Cristal de roca:
"La Iglesia católica celebra la Navidad, día del nacimiento del Salvador, con la máxima solemnidad ritual, y en la comarca se santifica con brillantes ceremonias nocturnas la medianoche, hora del Nacimiento del Señor, ceremonias a las que los vecinos acuden presurosos invitados por las campanas que resuenan a través del callado y oscuro aire invernal de la medianoche portando luces o atravesando bosques por los oscuros y bien conocidos senderos de las nevadas montañas, y cruzando huertos cuyo suelo cruje al pisarlo, dirigiéndose a la iglesia de donde sale aquel repique solemne y que con sus largas vidrieras iluminadas se eleva en medio del pueblo encerrado entre árboles cubiertos de hielo.
A la fiesta de la iglesia va unida una fiesta hogareña. En casi todos los países cristianos se ha extendido la costumbre de mostrar a los niños la llegada del niñito Jesús, como algo alegre, brillante y solemne, que sigue manteniendo su influencia toda la vida y que a veces, aun entrado en años, recordando momentos sombríos, melancólicos o conmovedores es como una mirada hacia el tiempo pasado que vuela con alas brillantes y llenas de calor por el desolado, triste y vacío cielo nocturno. Se acostumbra a darles a los niños los regalos que les ha traído el Santo Niño para causarles alegría. Esto suele hacerse en Nochebuena, cuando ha comenzado el profundo crepúsculo y se encienden luces, la mayoría de las veces muchas, velitas que a menudo se balancean reposando sobre las hermosas ramas verdes de un pequeño abeto o pino colocado en el centro de la sala. A los niños no se les deja entrar hasta que se da la señal de que el Niño Dios ya ha estado allí y ha dejado los regalos que traía consigo. En ese momento se abre la puerta, se les permite entrar a los pequeños y ven el maravilloso resplandor brillante de las luces, ven las cosas que cuelgan del árbol o extendidas en la mesa y que sobrepasan con mucho todo lo que hubieran podido imaginar, no se atreven a tocarlas, y cuando por fin las han recibido las llevan en sus bracitos toda la noche y las meten consigo en la cama. Cuando después, entre sueños, oyen las campanadas de medianoche con las que se llama a los mayores a orar en la iglesia, entonces podría parecerles que los angelitos atraviesan en ese momento el cielo o que Cristo vuelve a casa, después de haber visitado y llevado un magnífico presente a cada niño".
(Adalbert Stifter, "Cristal de roca", Piedras de colores)

Friday, December 19, 2008

La calavera de André Tchaikowsky

Nació como Robert Andrzej Krauthammer, fue circuncidado y enseguida aprendió a tocar el piano bajo la supervisión de su madre, pero a los siete años se vio rebautizado como André Tchaikowsky: era 1942, en una Polonia invadida a medias por rusos y nazis, cuando el pequeño André huyó del gueto judío de Varsovia junto a su abuela Celina, con falsos papeles y nuevo nombre.
Terminada la guerra (su madre fue asesinada en el campo de exterminio de Treblinka), André reemprendió las clases de piano
, primero en el Colegio Estatal de Lodz y después en el Conservatorio de París, donde enseguida empezó a asombrar a los profesores y a dar muestras de su talento. Lo demás se resume rápido: primeras composiciones, primeros conciertos, primeras grabaciones, primeras giras. André se convierte en un virtuoso del piano y recorre el mundo interpretando, entre otros, a su admirado Chopin.
En 1960 se trasladó de París a Londres y desde entonces compaginó los conciertos con la composición. Los conciertos le daban lo suficiente para vivir, y así tenía tiempo para dedicarse a sus hobbies preferidos: jugar al bridge con sus amigos, escribir cartas y asistir a las representaciones de obras de Shakespeare (solía acercarse al pueblo natal del escritor: Stratford-upon-Avon). Y eso fue todo hasta el 26 de junio de 1982, cuando murió de cáncer de colon, a los 46 años de edad.
Pero entonces llegó lo mejor: en su testamento donaba su calavera a la Royal Shakespeare Company. Su última voluntad: «Quiero que utilicen mi cráneo para representar Hamlet».
Veintiséis años después, la calavera de André ha cumplido su sueño.

Monday, December 15, 2008

Wednesday, December 10, 2008

El andén vacío

"Partió el tren. Pasaron diez minutos. El andén quedó vacío. Cerró la cantina. Se fueron apagando luces en los departamentos de la estación. Miguel paseaba. En un banco dormían tumbados dos soldados envueltos en sus capotes; grandes capotes militares que los asemejan, cuando están de pie, a pájaros bobos. Donde terminaba la tejavana del andén comenzaba el oscuro. Llovía. Lejano, en la noche, brillaba el ojo verde de la farola de señales, que rielaba en dos versiones paralelas.
La estación tuvo, por fin, todas sus cuencas vacías. Tras la estación se apretaba la ciudad. Con el último tren, el silencio. [...]
Miguel llegó hasta el final del andén. Enfrente, una vía muerta con vagones desvencijados, que daban terror. Pensó en los vagabundos tópicos; en los que las noches de frío tienen que dormir en los vagones abandonados, en los pajares de las afueras de los pueblos, sintiendo colarse el aire por las junturas abiertas como llagas, por los agujeros, y luego, por los rotos del traje. Miguel dio la vuelta.
Al pasar junto a los soldados notó que uno tenía el sueño inquieto y que el otro roncaba tenuemente. Se distrajo, adivinando a dónde irían, en qué tierra les estaban esperando. Miguel alzó el cuello de su gabardina. Le hubiera gustado que le tapara la cabeza. De niño, en la cama, cuando llovía, se arrebujaba en las mantas y sentía la sensación de que un cuello muy alto le preservaba del viento, del agua y del frío. A Miguel le gustaba estar en la calle de noche, cercano a un farol, para ver llover, aplastado en el umbral de un portal e imaginar que siendo un insecto podía encontrar calor y refugio dentro del farol. Arriba y abajo; abajo y arriba".
(Ignacio Aldecoa, "Camino del limbo", Cuentos completos)

Friday, December 05, 2008

El señor Tavares

El señor Tavares es mi ídolo. Un buen día el señor Tavares se levantó de la cama y tuvo una gran idea. Se dijo: quiero ser escritor, pero eso de escribir libros es demasiado esfuerzo, la verdad. Y además quiero publicar muchos libros, varios al año, y labrarme un nombre de prestigio entre los entendidos, los happy few.
¿Por qué no me invento un nuevo tipo de libro? Llamémoslo libro-esquelético-con-excusa-metaliteraria. Le pongo a mis personajes nombres de escritores famosos y escribo unas historietas mínimas, muy poéticas, que sugieran más que digan, que apenas digan nada, vamos. Sobre todo es importante que el libro dure pocas páginas, porque eso de rellenar hojas y hojas es un fastidio muy grande. Aunque la historieta no tenga nada que ver con el autor en cuestión, no importa; con el nombre el libro ya adquiere una pátina de prestigio, como de algo más... no sé, algo más literario, más profundo. El señor Valery, El señor Henri, El señor Juarroz, El señor Brecht, etc. ¿A que suena bien? Poquita letra, que el hueco en blanco ya se llenará con el morbillo literario del lector, ese supuesto letraherido que me guiñará el ojo y dirá: "Somos del mundillo, eh". Con que escriba unas veinte páginas de Word es suficiente. Después lleno las hojas de espacios, pongo muchos puntos y aparte, todo lleno de puntos y aparte, puntos y aparte a discreción, frases poéticas sencillas y cortitas y punto y aparte, un par de líneas en blanco, un poco más allá otro hueco, y enseguida salto de capítulo. Después le digo a un amigo que me haga rápidamente unos dibujillos así curiosos, también esquemáticos y poco explícitos, garabatillos casi, hasta cubrir ochenta paginitas, para que ya se pueda vender bajo el nombre de libro, no de folleto o prospecto. Una cosa así como muy cuca, cuquísima. Yo creo que en un par de tardes me hago una colección.
... Y, hala, a triunfar.
Este tío es mi ídolo. En serio. (Os lo recomiendo, que conste).

Tuesday, December 02, 2008

Un hombre que duerme

"Llega la lluvia. Ya no sales de la casa, apenas de tu cuarto. Lees en voz alta, todo el día, siguiendo con el dedo las líneas del texto, como los niños, como los viejos, hasta que las palabras pierden sentido, la frase más simple se vuelve coja, caótica. Llega la tarde. No enciendes la luz y te quedas inmóvil, sentado frente a la pequeña mesa al lado de la ventana, con el libro entre las manos, ya sin leer, oyendo apenas los ruidos de la casa, el crujir de las vigas, de los suelos, la tos de tu padre, las hornillas de hierro al ser colocadas sobre la cocina de leña, el ruido de la lluvia sobre los canalones de cinc, el paso muy lejano de un automóvil por la carretera, el bocinazo del autocar de las siete en la curva cerca de la colina.
Los veraneantes se han ido. Las casas de campo están cerradas. Cuando atraviesas el pueblo, algún perro ladra a tu paso. Carteles amarillos en jirones, sobre la plaza de la iglesia, al lado del palacio municipal, del correo, del lavadero, anuncian todavía subastas, bailes, fiestas que ya pasaron.
Todavía paseas a veces. Recorres los mismos caminos. Atraviesas campos cultivados que dejan espesas suelas de barro en tus botas. Te hundes en los lodazales de los senderos. El cielo está gris. Capas de bruma ocultan el paisaje. De algunas chimeneas sale humo. Tienes frío a pesar del chaquetón forrado, las botas, los guantes; intentas torpemente encender un cigarrillo."

(George Perec, Un hombre que duerme)