Saturday, September 30, 2006

Venecia, Gómez Pin y Recoletos


Así dicho, parece una asociación de ideas sin sentido, pero hurgando un poco en la vida de las palabras podemos hallar la conexión inaudita: a saber, el segundo escribió un libro sobre la primera que, con algo de suerte, puede ser encontrado en el tercero. Pues sí que estamos bien...
A ver, vayamos por partes:
1) Víctor Gómez Pin: catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona, experto en el sistema aristotélico y estudioso de los aspectos ontológicos del cálculo diferencial, da clases de Teoría del Conocimiento e Introducción al Pensamiento Matemático... Pero que nadie se asuste: también sabe escribir (y muy bien, por cierto). Es nuestro Proust filósofo.
2) Venecia: ciudad italiana por todos conocida, increíble, decadente y bella, inmortalizada por muchos artistas y escritores en obras fabricadas con la materia de los sueños. (El de arriba es un cuadro de Joseph M. William Turner.)
3) Recoletos: paseo del centro de Madrid, situado entre las plazas de Colón y Cibeles, donde, dos veces al año, se asienta una modesta sucursal del paraíso: la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión. (Cuando pasé el otro día por allí, estaban llegando las cajas -llenas y cerradas- a las casetas. Ayer viernes se abrió la veda.)
Ahora sí, ya la cosa va cogiendo forma... Aclaremos el enigma definitivamente.
En junio de 1987 Víctor Gómez Pin publicó, en la editorial Montesinos, Venecia. La ciudad y el deseo, un libro que -me atrevo a pronosticar con osadía- perdurará en el tiempo más allá del alcance de nuestra imaginación... Pero como los editores de las Españas no ven tres en un burro, quien quiera tenerlo entre sus manos tendrá que hurgar en las librerías de lance de su ciudad o encomendarse a San Antonio de Recoletos. Pues eso. A buscar se ha dicho.
Es un estilo difícil, poético y recovecoso, como las raíces de un árbol que lo van atravesando todo (hacia lo hondo):
Al viajero acompaña la ausencia de un tiempo sin correlato en el archivo de los órdenes posibles: tiempo construido por quehaceres y acontecimientos regulados, cíclicos, justificados, configuradores de un mundo elemental y de un hombre -arcaico como el espejismo al que se reduce el sedentario- con él reconciliado...
Ciudad arbitraria en su erección y tiránica en sus vínculos; matriz (en lo imaginario) de ciudadanos intrínsecamente sofisticados y perversos; distante en su esplendor y necesariamente encubridora de su caída; jamás -bajo este aspecto- entrañable, y por ello jamás, para lo imaginario del viajero, la raíz propia y perdida.
Las barcazas, verdes o rojas, se suceden en una y otra dirección bajo el Ponte delle Guglie. Un número sorprendente de ellas transporta grandes garrafones con encestado de tablas y el tapón protegido por lacre rojo. La más avanzada se detiene ante el pontino cediendo el paso al vaporetto que, atravesado el arco, se acerca de costado a la estación flotante.

Friday, September 29, 2006

Atención, estación en curva...

Cada amanecer ya estamos en el Metro los mismos perdedores de siempre.
La mirada hundida en el lodo como queriendo recuperar las ilusiones muertas, el aire soñoliento que empaña los cristales de las gafas, el dolor de garganta, el amago de fiebre, el eco de la última discusión en casa, un cúmulo de preocupaciones que se superponen unas a otras y ya ni siquiera dejan ver su verdadero rostro, anestesiando el paso -breve, inútil- de las horas... En fin, la vida. Ya se sabe. La heroica tarea de llegar a fin de mes, que se impone como la locura más cierta.
La línea 2 es como un meandro larguísimo que atraviesa el subsuelo del centro: Quevedo, San Bernardo, Noviciado... Atención, estación en curva, al salir tengan cuidado para no introducir el pie entre coche y andén. Es difícil escuchar una cosa más estúpida. Y además rima. ¿Cuánto le habrán pagado a la señora de la voz? El de delante lee el periódico gratuito, la otra se afana en su novela inútil de 835 páginas (sin contar el prólogo), el de más allá se saca los mocos con esmerada paciencia, la de al lado se balancea para contemplar su reflejo en el cristal de enfrente y colocarse el mechón junto a la ceja. Si aparece la cantante de fados, estamos perdidos. Con la acústica retumbona y asfixiante del vagón, moriremos todos de cáncer de tímpanos. Prefiero al búlgaro del acordeón o al virtuoso del xilófono. Si ves que se acercan, quítate los auriculares o dale al stop o finge que sigues leyendo. Cuando pasan el cepillo siempre me abate la misma vergüenza, una vergüenza nítida y contundente, una vergüenza «trascendental», que diría un kantiano, como si estuviese sojuzgando a la humanidad entera con mi sola presencia ahí en ese preciso instante. Si le doy algo, porque es poco. Si no le doy, porque... Al final siempre decido no darle, para no tener que mirarle a la cara mientras le doy gato por liebre. Agacho la cabeza. Me humillo. Lo que en realidad quisiera es vaciarme los bolsillos y darle todo lo que tengo, para mitigar un poco esta vergüenza... pero me da vergüenza. Sería desleal y, en cierto modo, obsceno.
PD: De postre, una gran canción de La Costa Brava: "Adoro a las pijas de mi ciudad"

Thursday, September 28, 2006

La nieve de Gregg Toland

Hay un lugar recóndito de nuestra infancia donde queda marcado, con letras que se borran por la nieve, el destino de cada uno.
El del pequeño Charles decía: "R-O-S-E-B-U-D".


Heathcliff, el héroe romántico, lleva la tormenta en sus entrañas. Sólo en la terapia de la venganza puede recomponer su corazón helado. Al abrir la ventana, la única solución: la muerte.

Gregg Toland (1904-1948), director de fotografía de películas como Ciudadano Kane o Cumbres borrascosas, supo encajar el espacio infinito entre los límites de la pantalla. Su mirada era la más profunda. Su nieve, la más evocadora, la más pura.

Wednesday, September 27, 2006

The end


Podría ser un cuadro impresionista. Podría ser la pantalla de una televisión enferma, o la ventana de una casa que se hunde. Podría ser la mirada de un náufrago, o el último fotograma de esa película que ya nunca haré... Peor: podría ser mi epitafio.
...Pues no. Sólo es la ría de Pontevedra, este verano. Lo juro, creedme.

Tuesday, September 26, 2006

Chiang Yee, el viajero silencioso


Sus obras nunca han sido traducidas al español. Nació en China en 1903, de donde se exilió a los treinta años. Vivió por Europa y Estados Unidos. Fue pintor, poeta, experto en caligrafía y profesor universitario en Columbia y Harvard. Sus libros de viajes, escritos en inglés bajo el nombre de The silent traveller, son una verdadera joya. Murió en 1977.
La primera vez que estuve en Londres encontré, en el sótano de una librería de viejo de Charing Cross Road, un “delicioso” libro sobre Londres (odio el adjetivo “delicioso”, que es cursilísimo, pero lo usan los críticos en sus pasteleos y los editores en las contras). Se titulaba The silent traveller in London. La primera edición de este libro es de 1938; la que me compré es la cuarta, de 1943, fue publicada por Country Life Ltd. e incluye ilustraciones del propio autor. Buscando información después, vi que había publicado otros libros de viaje parecidos: The silent traveller in Oxford, The silent traveller in San Francisco, The silent traveller in Dublin, etc.
PD: Idea para los editores cegatos de las Españas: quizás se podrían reunir varios de esos libros de viajes de Chiang Yee (los más interesantes) en un volumen ilustrado: El viajero silencioso en París, Londres y Dublín, por ejemplo. Si hace falta, hasta me ofrezco para traducirlos por un "módico estipendio", como diría el mismo crítico cursi de antes...

Monday, September 25, 2006

Las ojeras más bonitas de Europa

Hay algo bonito en las ojeras de las muchachas tristes. No sé qué tiene ese surco de cansancio que dota al gesto de un toque de distinción, incluso de seducción. Se adivinan las pocas horas de sueño, la mala noche, la mucha vida. Y esa mirada perdida como un pensamiento oscuro de gafotas existencialista. Oh sí, somos seres frágiles y contingentes, simples peleles arrojados al mundo sin promesa ni destino cierto, sólo la nada de la muerte... Sí, eso parecen declarar, con su voz muda, las ojeras de las muchachas tristes, que se apoyan desvalidas en la pared con su esqueleto en ciernes.
Ay, pero esa sonrisa irónica, ese beso retenido que no logra esconder todo lo que promete... (las mejillas ratifican el mensaje). Es un guiño cómplice, una contraseña que abre las puertas de la felicidad, sin duda. ¡Para que luego me hablen de la sonrisa de la Gioconda!

Sunday, September 24, 2006

Un cuadro abstracto


La mejor pintura abstracta no está entre los límites de un marco o de un museo, sino ahí fuera, esperando los ojos que la descubran, en mitad de cualquier esquina. En estos casos el paso del tiempo (con su lluvia, su viento, su rutina...) es el mejor artista posible.
Si os fijáis un poco, veréis que el mundo está lleno de cuadros abstractos.
Foto: diciembre de 2005, un muro de la colina del Aventino, en Roma, entre iglesias medievales y vistas trasteverinas.

Saturday, September 23, 2006

La ventana indiscreta


Todos somos unos mirones, pero en cuestiones de vouyeurismo sir Alfred Hitchcock se lleva la palma.
Cuando era pequeño, el "mago del suspense" se sentaba en un rincón, solo, sin decir nada, y se ponía a observarlo todo. Ése era su juego favorito.
Por eso imaginar películas debía de ser para él algo natural y excitante al mismo tiempo, pues era entonces cuando tenía el control absoluto sobre las situaciones y satisfacía su deseo de observar.
Al dirigir La ventana indiscreta tuvo que disfrutar como nunca. No hay mejor ejemplo del cine como casa de muñecas y del director como gran demiurgo del universo que hace y deshace a su gusto, convirtiendo su palabra en el orden de la realidad. En este caso, más que el Fiat lux bíblico, asistimos a un "hágase la oscuridad", la tensión y el miedo.

Friday, September 22, 2006

El pintor del Round Pond


Un caballete, unos pinceles, una paleta y un lienzo, frente al lago inextinguible de los jardines de Kensington. El pintor no necesita más para volver el mundo del revés, o del derecho, para envolverlo en poesía, distorsionarlo o degradarlo. Es el momento de la pintura, cuando todo calla y se vuelve color.
Y allí estaba el pintor solo, ensimismado en su tarea. Tenía un cierto aire al pintor gay de "Mejor imposible".
Foto: Londres, agosto de 2006.
PD: Por si alguien se lo pregunta, sí, le pedí permiso para hacerle la foto.

Thursday, September 21, 2006

La dama de Shanghai


Una maravillosa Rita Hayworth, perversa y hermosa como toda femme fatale que se precie, involucra a un hombre idealista y cargado de inocencia en una frenética aventura de misterios, venganzas y asesinatos.
Aparte de la famosa escena final de los espejos (homenajeada por Woody Allen en Misterioso asesinato en Manhattan), esta obra maestra del gran Orson Welles incluye algunas de las escenas más memorables de toda la historia del cine. Por ejemplo, cuando en la orilla de una playa, durante una fiesta nocturna, O'Hara cuenta la historia de los tiburones que, enloquecidos, acaban matándose a dentelladas entre ellos, llenando de sangre el mar. O cuando en lo alto de un desfiladero el socio del abogado le pide a O'Hara que le mate. O cuando los enamorados se citan en el acuario y vemos cómo se besan sus cabezas entre las sombras de los tiburones. O cuando ella canta sobre la cubierta fumando un cigarrillo. O cuando vemos a través de unos prismásticos cómo se lanza de cabeza al mar desde una roca. O cuando... Realmente todo.

Wednesday, September 20, 2006

El coloso de Nueva York


El coloso de Nueva York: así se titula el libro más profundo, exacto y sugerente sobre una ciudad que he leído nunca.
Su autor se llama Colson Whitehead y nació en Nueva York en 1969, donde sigue viviendo.
Se nota que ha recorrido la ciudad durante muchos años con los ojos bien abiertos, introduciéndose en la psicología del paisaje y, sobre todo, del paisanaje. Porque eso es, al fin y al cabo, una ciudad: ni más ni menos que los pensamientos de sus habitantes. Sus vidas entrelazadas por el azar, como una telaraña.

No importa cuánto tiempo lleves aquí, eres neoyorquino desde la primera vez que dices "Aquello era el Munsey's" o "Allí estaba el Tic Toc Lounge". Que antes de que plantaran ese cibercafé solías arreglarte la suela de los zapatos en el negocio familiar que ocupaba ese mismo lugar. Eres neoyorquino cuando lo que estaba antes es más real y está más vivo que lo que hay ahora. [...]
Yo empecé a construirme mi Nueva York en el tren de la línea 1. Mi primer recuerdo de la ciudad es mirar por la ventanilla del metro al tiempo que éste emergía del túnel camino de la cale 125 y se detenía en las vías elevadas. Era a principios de la década de los setenta, de modo que todo estaba sucio, porque esa es mi ciudad y a ella me aferro. Y todavía hablo del edificio de la Pan Am, no por afectación, sino porque eso es lo que es. Para la recién llegada de Des Moines, que inicia su primera semana de trabajo en una aseguradora de Park Avenue Sur, el titán que asoma por encima de Grand Central es el edificio Met Life y siempre lo será. Por supuesto, se equivoca: cuando yo lo miro veo claramente las letras gigantescas que anuncian la Pan Am, ¿verdad? Y, por supuesto, a los ojos de los veteranos que mantienen el mito de que existió un tiempo anterior a la Pan Am, me equivoco. [...]
Existen ocho millones de ciudades descarnadas en esta ciudad descarnada: polemizan y discuten entre sí. Este lugar se multiplica cuando no miras.

Tuesday, September 19, 2006

Hambre, de Knut Hamsun


No hay adjetivos para describir el estilo del escritor noruego Knut Hamsun (1859-1952). Hay algo de inefable en su escritura que lo diferencia del resto.
Su finura psicológica, su profundidad filosófica, su mirada sostenida sobre el instante, su capacidad para describir el entorno social y para transmitir la fuerza y la belleza del paisaje natural lo convierten en un escritor imprescindible para cualquiera que quiera aprender a escribir.
En 1890 publicó Hambre, una novela absorbente, profunda, maravillosa, inagotable. En ella da rienda suelta a los sentimientos y pensamientos de un escritor maníaco-depresivo (y esquizofrénico, para más inri) inmerso en la pobreza, el hambre y la exclusión, envueltos en la ironía de algunas situaciones surrealistas. Seguramente Knut Hamsun plasmó en estas páginas algunas de las penurias que sufrió en su juventud, cuando viajó a Estados Unidos y se vio obligado a ejercer los más variados oficios para sobrevivir: jornalero, ayudante de tienda, cobrador del tranvía, conferenciante... Premio Nobel de Literatura, su filiación nazi lo condenó al ostracismo en sus últimos años.
Hambre: lo mejor de Nietzsche y Freud llevado a la literatura.

Wednesday, September 13, 2006

La piazza Mincio

Pasear por el quartiere Coppedè de Roma es como recorrer las entrañas de un cuento surrealista.
En mitad de la plaza Mincio, la Fuente de las Ranas (un claro homenaje a la Fuente de las Tortugas que se encuentra en la piazza Mattei del barrio judío) preside un rarísimo entorno de villas y palacios llenos de detalles decorativos, a cual más curioso y extravagante: arañas gigantescas, cabezas de leones, columnas salomónicas, caretos indígenas, frescos e inscripciones, serpientes, guirnaldas, ángeles, abejas de piedra...

Este trozo de mundo que parece nacido de una extraña pesadilla es obra del arquitecto y escultor italiano Gino Coppedè (1886-1927), que mezclaba los estilos más dispares con una facilidad pasmosa.

Tuesday, September 12, 2006

Berlín, sinfonía de una gran ciudad


Berlín, sinfonía de una gran ciudad (1927), de Walter Ruttmann, es un documental fascinante, portentoso, inolvidable. Una verdadera obra de arte que uno no se cansa de ver.
La cámara se convierte en el ojo indiscreto que sale a pasear a las calles y que todo lo ve. Con un ritmo frenético, pero empujado por una curiosidad morosa, ese ojo repasa y enumera todo lo que ocurre en Berlín, paradigma de ciudad moderna, desde que amanece hasta que se pone el sol (es una jornada que resume la rutina de todas las jornadas), sirviendo de espejo a todas las cosas que componen nuestra vida, desde las más pequeñas hasta las más grandes, desde las más visibles hasta las más escondidas. Sin necesidad de tendenciosidad política ni de subrayados, vemos la realidad tal y como es, cuantitativa y cualitativamente: los medios de transporte y de comunicación, las diferentes clases sociales, las formas de trabajo y de diversión, etc.
A las cinco de la madrugada, las calles están vacías, Berlín parece una ciudad fantasma, los edificios de oficinas aguardan silenciosos, las fábricas están vacías, las máquinas esperan quietas, las tiendas están cerradas con las persianas echadas, los únicos habitantes son los maniquíes de un escaparate que contemplan el vacío con su mirada muerta de cadáveres de plástico...
Poco a poco empiezan a aparecer los primeros seres vivos, las calles se empiezan a llenar de manchas caminantes, sombras solitarias que se van reuniendo para ir a sus trabajos, adueñándose de un espacio que hasta ese momento estaba deshabitado. En poco tiempo la muchedumbre (ríos de gente camino de sus trabajos) ocupa la ciudad entera.
Ruttmann realiza, mediante un montaje dialéctico, ciertos juegos simbólicos o metáforas visuales: por ejemplo, vemos cómo la masa impersonal de trabajadores baja las escaleras del metro, siguen planos cortos de piernas y piernas caminando a paso rápido, y entre esas imágenes se intercalan otras de un rebaño de vacas o de un desfile militar; las vacas traspasan las puertas de los establos guiadas por los varazos del ganadero, al igual que los obreros cruzan la verja de la fábrica bajo la atenta mirada del capataz.
En algunas ocasiones, la rapidez del montaje provoca en el espectador la sensación de agobio, de vértigo, de choque: el proceso de fabricación en serie de algunos productos, los distintos resortes de la maquinaria, el comienzo de la jornada comercial (se suben las persianas de las tiendas), las manos tecleando compulsivamente en las máquinas de escribir (aquí, incluso, la imagen empieza a dar vueltas como si nos mareásemos y se convierte en una espiral), el proceso entero de las llamadas telefónicas (muchas manos descuelgan los auriculares, se los ponen al oído, marcan los números, las telefonistas quitan y ponen clavijas en los paneles...) que termina en la metáfora de unos monos chillando y de unos perros peleando ferozmente para denotar la agresividad que conlleva la prisa y el estrés de la vida moderna, la aglomeración de transeúntes en las calles, vendedores ambulantes, desfiles, huelgas, las rotativas de los periódicos, la locura del tráfico —coches, caballos, tranvías, bicicletas, autobuses— que refleja un mundo caótico y peligroso...
La sucesión de imágenes, todas muy hermosas y cargadas de poesía, es infinita, como la vida del hombre en la gran ciudad.

Monday, September 11, 2006

11-S: lo sublime terrorífico

Han pasado cinco años desde el atentado terrorista de Nueva York. Millones de espectadores de todo el mundo pudimos asistir en directo por televisión a las imágenes de las Torres Gemelas derrumbándose.
Habremos visto ya cientos de veces esas imágenes y no nos cansamos de verlas. Son estéticamente subyugantes, tienen algo que nos retiene pegados a la pantalla, con los ojos asombrados, como grandes paladares de miedo, y con la boca abierta, como en un grito mudo. Responden a lo que Kant clasificó como «lo sublime terrorífico».
En Lo bello y lo sublime Kant analiza e ilustra estas dos clases de emoción sensible:
La vista de una montaña cuyas nevadas cimas se alzan sobre las nubes, la descripción de una tempestad furiosa, o la pintura del infierno por Milton producen agrado, pero unido a terror; la contemplación de campiñas floridas, valles con arroyos serpenteantes, cubiertos de rebaños pastando, y la descripción del Elíseo o la pintura del cinturón de Venus en Homero, proporcionan también una sensación agradable, pero alegre y sonriente. Para que aquella primera impresión ocurra en nosotros con fuerza apropiada debemos tener un sentimiento de lo sublime; para disfrutar bien de la segunda es preciso el sentimiento de lo bello. […]
La noche es sublime, el día es bello. En la cama de la noche estival, cuando la luz temblorosa de las estrellas atraviesa las sombras pardas y la luna solitaria se halla en el horizonte, las naturalezas que posean un sentimiento de lo sublime serán poco a poco arrastradas a sensaciones de amistad, de desprecio del mundo y de eternidad. El brillante día infunde una activa diligencia y un sentimiento de alegría. Lo sublime conmueve, lo bello encanta.

(Kant, Lo bello y lo sublime. La paz perpetua, Espasa-Calpe, Madrid, 1946, pp. 13-14.)

Dentro del sentimiento de lo sublime, Kant distingue a su vez entre lo terrorífico, cuando lo acompaña cierta sensación de terror o de melancolía (por ejemplo, ante una soledad profunda), lo noble, cuando produce un asombro tranquilo (verbigracia, una gran altura), y lo magnífico, cuando el sentimiento de belleza se extiende sobre el conjunto, sobre la disposición general sublime (la basílica de San Pedro, en Roma):
Un largo espacio de tiempo es sublime. Si corresponde al pasado, resulta noble; si se le considera un porvenir incalculable, contiene algo de terrorífico. Un edificio de la más remota antigüedad es venerable. La descripción hecha por Halles de la eternidad futura infunde un suave terror; la de la eternidad pasada, un asombro inmóvil.

La fruición estética que produce la caída de las torres deviene horror casi metafísico cuando la imagen encuadra la caída de unas pequeñas manchas en el vacío. Al reparar en que esas sombras son personas (seres humanos que, ante la emergencia del fuego, no han tenido más remedio que lanzarse al vacío, a la muerte segura, empujados por el pánico), nos invade una profunda sensación de angustia: ese muñeco insignificante en caída libre, ese grito ahogado que retumba en las nubes, esa triste parábola de la nada... eres tú. Quizá no haya mejor ejemplo de cómo ética y estética se mueven en planos separados pero cercanos, en mundos paralelos que jamás se encuentran pero cuyas direcciones apuntan al mismo horizonte infinito. Obviamente, la estética puede subordinarse —mejor dicho, hacerse subordinar— a la ética, o viceversa, pero en principio trabajan en espacios sin ninguna conexión.
Recuerdo que en su día quisieron colgar en el cadalso mediático a un arquitecto que dijo que aquellas imágenes eran una verdadera obra de arte. Se trataba, sin duda, de una declaración políticamente incorrecta, pero (aunque cueste decirlo) bastante aproximada a la realidad...

Sunday, September 10, 2006

Los evangelios de la risa absoluta


En 1934 Antón Vilar Ponte publicó en la Editorial Nós de Santiago de Compostela, con ilustraciones de Castelao, la obra de teatro Os evanxeos da risa absoluta. A veces un título vale más que toda una obra.
OS EVANXEOS DA RISA ABSOLUTA
(ANUNCIACIÓN DO ANTIQUIXOTE)

Folk-drama da sinxeleza campesina que enfeitan mapoulas de sangue, felgos de terras irtas e orballo d'ollos cegos.
C'un abrente de sábado lavandeiro no río, un intermezo dominical de roupa branca no tendal e un tolo epílogo báquico na compaña de Caín, entre sombras de velorio, cantigas d'arriero e renxer de carro aldeán.
Escribiuno Antón Vilar Ponte no marzo ventoso e no abril chuvoso do 1934, na Cruña.


Foto: agosto de 2006 en la isla de Ons, cerca del Burato do Inferno, un tremendo agujero excavado durante siglos por la fuerza del oleaje en el interior de la roca.